El año que mi hermana cumplió los dieciocho y se enfrentó a sus primeras elecciones, éstas también coincidieron -para nosotros, los cordobeses- con el domingo de feria. Aquello fue la combinación perfecta para mi padre, se lo aseguro. Demócrata y feriante convencido -dejémoslo a partes iguales- disfrutó de lo lindo con esa conjugación casual del día. Yo guardo aquella imagen nítida en mi memoria; imaginen la escena: Del brazo de su hija pequeña vestida de flamenca hasta la Posada del Potro para votar por primera vez. No faltaba un detalle en la foto. Pero más allá de la estética costumbrista ¡que lo fue tela! lo que recuerdo del día es la conversación durante aquel sosegado paseo hasta el Potro. Mucha anécdota, mucha historia, mucho de transición, de política, batallitas y recuerdos. Mítines y pegadas de carteles, la Revolución de los Claveles, publicaciones del Mundo Obrero enterrados junto a olivos, siglas desmenuzadas.

Llegamos. Y la flamante flamenca se encerró, hizo lo propio tras las cortinas recias y salió sonriente. Todos expectantes, para oírla decir: Ya. No os pienso decir a qué partido he votado. Categórica. Mitigamos la frustración por esa rotundidad de la chica de la casa, cruzando el puente con más de sus historias, ahora, de las ferias de otras épocas, de otros sitios, la caseta de los abuelos. Y finalmente, rebujito y muchas sevillanas, que también fue él quien nos las enseñó. De la primera a la cuarta y las cuatro de nuevo, sintiéndonos ya mayores. Aquella ya era otra feria, sufragio activo ejercido, conscientes de lo que ese derecho significaba. Ya votábamos todos en casa, ya no pescábamos patos, ni nos encaprichábamos del algodón de azúcar o la manzana de caramelo, pero seguíamos mirando con la misma admiración, que resultó ser eterna, a quien antes se esforzaba por ganar para nosotras las carreras de camellos.

Así que hoy, nos repondremos de la resaca de ayer, colocaremos flores y mantoncillos, llevaremos al Arenal a estas dignas herederas del abuelo feriante y demócrata, porque ahora nos toca contarles a ellas. Enseñarles sevillanas y democracia. E intuyo, habrá que pescar algún pato.

Mi padre ya no está. Mi hermana sigue sin decir a quién vota. Pero hoy reproducimos la escena, entre papeletas y volantes, mucho que contar. Por los feriantes y hoy sobre todo, por los demócratas convencidos, con un guiño a los que ya no están, quizá hoy dé una vuelta por el Potro con mi hermana y las nietas de mi padre. Sí, lo haré. Mucha feria y mucha democracia por disfrutar.

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