Pndemia. Cuidado. Mujeres. Les invito a que hagan el esfuerzo de pensar en las caras que ven en las cajas del supermercado, las caras que vienen encontrando tras el mostrador de la farmacia, piensen en la imagen de las enfermeras, de las auxiliares de geriatría en centros de día y residencia de mayores, piensen incluso en las que han marcado las videollamadas para fomentar la unión familiar en estos tiempos, reflexionen sobre quiénes fueron las que tomaron esa iniciativa. Visualicen la figura de las limpiadoras de sus portales, de los hospitales y hasta de las UCIS saturadas. Sí, de manera abrumadora, verán caras de mujeres.

El porcentaje, según estudios recientes, se sitúa en torno al 86% de mujeres, el que ejerce esos cuidados y esas tareas, frente al 14% de hombres. Puede que tras visualizar esas caras, usted tenga la necesidad de alzar la voz por policías, bomberos o militares. Bien, reconozcamos también su labor. Pero permítanme, por sororidad, que estas líneas de domingo sean para ellas, sean para todas nosotras.

Que son las mujeres quienes asumen los cuidados, es una realidad de antes, durante y después de la pandemia; que no siempre se reconocen tales cuidados, también. Esta pandemia ha puesto de manifiesto la manera en que la sociedad se viene organizando. Las profesiones históricamente feminizadas, han alcanzado un protagonismo en la realidad de muchas familias que debemos replantearnos. El cierre de los coles llevaba aparejada la gran pregunta, ¿quién cuidará de las niñas y los niños? Sin mucho misterio y sin grandes sorpresas, la respuesta la constatamos rápido, las mujeres. Según el último informe elaborado por Oxfam Intermón, las mujeres realizan más de tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado y constituyen dos terceras partes de la mano de obra que se ocupa del trabajo de cuidados que sí está remunerado.

Más allá de las imprescindibles políticas de conciliación, de las respuestas gubernamentales y empresariales por implementar medidas que se adapten a las realidades de las familias, la pretensión de empatía y de sensibilidad con tales evidencias, debemos empezarla por nosotras mismas. Dejemos de cuestionarnos unas a otras, de preguntarnos en qué fase dejamos-abandonamos a los niños por retomar el trabajo presencial, dejemos las alabanzas a esos papás que han asumido las tareas del cole -con la consiguiente mirada condenatoria a esas mamás que no las hacen-, cesemos en las críticas a las que ni siquiera en confinamiento han cocinado, a las que tienen ayudan. Dejemos de rivalizar por la forma de desinfectar, por los cuidados y la manera de cada una de ejecutarlos, o no. Sororidad. En tiempos de pandemia también.

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