la tribuna

José Aurelio Aguilar Román

PSOE: pedir perdón

EN los últimos días ha tenido un gran eco en los medios de comunicación y en las redes sociales, el vídeo elaborado por un grupo de militantes de base del PSOE en el que vienen a pedir perdón por las erráticas políticas económicas llevadas a cabo en la última legislatura de Zapatero.

Éste no es sino un capítulo más en la convulsa situación que vive el PSOE, arrastrado por el encadenamiento de una serie de fuertes derrotas electorales, con algunos dirigentes que parecen no haber digerido bien el ajustado resultado del último congreso federal y, finalmente, una dirección a la que le cuesta encontrar su propia identidad y camino.

Hace unos días Manuel Chaves publicó un artículo en el que reclamaba que los socialistas debemos formular una "propuesta política que dé una respuesta eficaz, solvente y creíble". Esa propuesta, entiende él, ha de articularse sobre cuatro puntos: 1. Políticas de crecimiento económico y redistribución de los ingresos; 2. Defensa del Estado de bienestar y de la naturaleza pública de los servicios; 3. Reforma de la Constitución para avanzar hacia la federalización del estado autonómico; y 4. Una posición común de los socialistas ante y para Europa.

Seguramente todos los militantes socialistas suscribiríamos este discurso. Se trata en suma de que el PSOE proyecte la imagen de partido con vocación de gobierno, que lo es, y no sólo como partido de pancarta; aunque a veces sea necesario y útil ponerse detrás de ellas.

Pero ¿es eso suficiente para recuperar la credibilidad y confianza de los ciudadanos? A mi juicio es evidente que no. El PSOE debe abordar un proceso de profundo cambio en sus estructuras y organización, y también de renovación en sus cuadros.

Una frase habitual en el PSOE es que "debemos hablar menos de nosotros y más de los problemas de los ciudadanos". Es verdad. Pero también lo es, por una parte, que ese mantra lo repiten quienes no quieren que las cosas cambien; y por otro lado, que será más fácil recuperar la confianza de los ciudadanos si ven en nosotros, en el PSOE, unos procesos más abiertos, participativos y democráticos en nuestras tomas de decisión y elección de nuestros representantes.

Listas abiertas; un militante un voto; primarias abiertas a simpatizantes; limitación de mandatos; no acumulación de cargos; publicidad en las retribuciones de los cargos públicos; sistemas participativos para las tomas de decisión y posicionamiento del partido en cuestiones de trascendencia; medios de control objetivo de los requisitos del mérito y capacidad en la elección de los cargos… son cuestiones que el PSOE ha de abordar en un proceso de modernización de sus estructuras, con el objetivo de hacerlo más transparente, más participativo, más democrático si cabe.

Y ello unido a una voluntad inquebrantable de lucha contra cualquier forma de corrupción, desarrollando un código ético que sea claro y público; y de cuya observancia se encargue un órgano independiente dentro del partido, que no deba responder frente a las direcciones.

Pero no bastará con tener unas propuestas políticas claras y coherentes con nuestro ideario; no bastará con modernizar el partido y abordar nuevas formas democráticas. Será necesario enfrentar también un proceso de renovación de personas y cargos que, en muchos casos, es posible que sea injusto. Pero si queremos transmitir algo nuevo a los ciudadanos, los mensajeros también han de serlo.

Y en este proceso ha de empeñarse todo el partido; desde la unidad, desde la lealtad y también desde la generosidad de saber que quien impulse este necesario proceso "regenerador" se verá seguramente superado por el mismo y no será quien recoja sus frutos. Pero es el momento; es el tiempo de pensar en ese proyecto colectivo que se llama PSOE y no en los proyectos personales de quienes lo integramos.

Estar más cerca en votos de la tercera fuerza política que de la primera; que haya en Cataluña otra fuerza de izquierdas con mayor representación parlamentaria que el PSOE, parece señalar un camino hacia la marginalidad, hacia la irrelevancia que debemos evitar. La situación requiere respuestas audaces y valientes. Afrontar un proceso transformador en el que nuestras propuestas y nuestros comportamientos, vuelvan a ser merecedores de la confianza mayoritaria de la ciudadanía.

Pedir perdón puede estar bien. Pero está mucho mejor impulsar los cambios necesarios para no tener que pedirlo en el futuro.

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