Una frase hecha, pero certera, es aquella de que los congresos se saben cómo empiezan, pero nunca cómo terminan. Eso es lo que se venía diciendo los días previos al cónclave de los socialistas cordobeses celebrado en Lucena y que se ha cumplido en toda su extensión. Los hechos previos son inapelables: un proceso de primarias en el que sólo alcanzó a participar un candidato -Antonio Ruiz-; un intento de los militantes sanchistas de querer contar con una candidata a esas primarias que se quedó en nada; un amago de candidatura alternativa a Ruiz por parte de Rafaela Crespín que tampoco cuajó tras un pacto entre ambos que cada cual interpreta según le conviene y en el que lo único meridianamente claro es que la delegada del Gobierno de la Junta sería secretaria de Organización del PSOE cordobés. Con esos mimbres, lo normal hubiera sido un congreso tranquilo, sin sobresaltos.

Pero no. Los partidos, o sus dirigentes, tienen a veces la retorcida costumbre de enredar lo que pueden y forzar situaciones que acaban peor de lo que empezaron. Y eso es lo que le ha pasado al PSOE cordobés. Lo que podría haber sido su relevo en la dirección más tranquilo de los últimos tiempos, se convirtió en un encuentro tenso y hasta desagradable para muchos de los asistentes, que no daban crédito a lo que estaba ocurriendo en las distintas salas, en los pasillos y en cualquier improvisado centro de reunión. Todo se fue complicando, hasta el punto de que a la hora en la que Antonio Ruiz pronunció su primer discurso ante el auditorio, lo único cierto era que él era de facto el nuevo secretario general, pero nada más. Y hasta esa intervención fue objeto de distintos comentarios. Unos, calificándola de extraordinaria; otros, de demasiado previsible. Al final, ni una cosa ni la otra, porque el nuevo líder de los socialistas cordobeses cumplió con su papel dignamente. E incluso lanzó algún que otro mensaje sorpresa al pedir a sus compañeros que "hay que recuperar" (lo repitió tres veces) que quienes forman parte de los órganos de gobierno del partido deben expresarse con libertad y sin tapujos. La pregunta es obligada: ¿es que antes no lo hacían? Porque recuperar, según la RAE, sigue significando "volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía". Que cada cual lo interprete como quiera.

Pero que nadie piense que las posturas se ciñeron sólo a dos bloques - el de Ruiz y el de Crespín-, ya que la cara B del congreso dio para mucho más. Estaban los partidarios de uno, los que apostaron por la otra opción, los que se remangaron para buscar consenso, los que miraban atónitos el espectáculo, los que trataban de jugar a dos bandas para no quedarse fuera y los que decidieron marcharse. Al final, el acuerdo fue un reparto de cuotas que no se sabe muy bien si contenta a todos y la sensación de que, parafraseando a Susana Díaz, habrá que coser el partido. O tal vez zurcir, que no es lo mismo.

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