El PNV no quiere enterarse del 1-M

Editorial

04 de marzo 2009 - 01:00

EL auténtico triunfador de las elecciones en el País Vasco, Patxi López, ha anunciado formalmente su propósito de presentar su candidatura a ser investido como nuevo lehendakari. Para conseguirlo López necesitaría el voto favorable de los diputados del Partido Popular, además de los suyos propios, naturalmente, y quizás el del único parlamentario del grupo que dirige Rosa Díez (depende del recuento final del voto del exterior). Con ellos sumaría los 38 escaños que marcan la mayoría absoluta del Parlamento de Vitoria y podría gobernar en solitario, como pretende, aunque habría de lograr apoyos puntuales que dieran estabilidad al nuevo Ejecutivo. La reacción del Partido Nacionalista Vasco al conocer esta intención ha sido desmesurada: la considerará una agresión política, según explicó su presidente en Vizcaya, Andoni Ortuzar. La portavoz de Ibarretxe simuló ayer sorpresa al ser interpelada por los periodistas sobre un eventual traspaso de poderes en Ajuria Enea. Ello da una idea del concepto patrimonialista que el nacionalismo ha ido alimentando sobre la política vasca, a la que Patxi López contestó ayer, justamente, que el PNV se deje de amenazas y de creer que su ideología es una religión a seguir por todo buen vasco. El PNV es un partido democrático como los demás, que unas veces gana las elecciones y otras las pierde. En las del domingo pasado logró más diputados que ningún otro, sí, pero la correlación de fuerzas resultante de las urnas ha decidido que Ibarretxe no pueda revalidar su cargo por carecer de la mayoría de diputados dispuestos a votarle, y Patxi López sí. Los nacionalistas, puestos a buscar subterfugios a su ambición, han sacado a la luz una supuesta regla no escrita de respeto a la lista más votada... que ellos mismos se han saltado a la torera para hacerse con la presidencia de las juntas generales de Guipúzcoa y Álava, donde el PNV fue la segunda y la tercera fuerza política en las elecciones municipales. En realidad, el PNV no puede ocultar su decepción y su rabia ante la mera posibilidad de que un constitucionalista le desaloje del poder que llevan tres décadas ejerciendo y que afecta a todo el entramado social, institucional y político del País Vasco.

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