Cierto: No es la primera vez que los sustantivos con los que encabezamos esta "opinión" vienen siendo objeto de comentario crítico por parte del autor de esta publicación. Seguiremos haciéndolo, según nos proponemos argumentar: Cuando leemos algo, no nos resulta infrecuente topar con algún que otro… palabro.

Y, como venimos sosteniendo, estas tropelías de las que nadie está exento- casi siempre son atribuidas a las prisas y a descuidos involuntarios de quienes escribimos. A estos despropósitos, los llamamos gazapos.

Pero… ¡ojo!: Cuando el gazapo es reiterado, obviamente ya no puede ser atribuido a los susodichos deslices, sino al desconocimiento de las reglas gramaticales.

El muestrario de incorrecciones a las que aludimos resulta interminable. Y no siempre son fruto de la "mala fe", "la ignorancia", "el descuido" que venimos denunciando: Las dichas "incorreciones" traen causa de un sistema educativo plagado de deficiencias, según nos proponemos ponderar:

Puede ocurrir que un estudiante termine sus estudios con "Premio Nacional Fin Carrera". Y que no sepa elaborar un currículo. No por ignorancia del pupilo, sino por causa del sistema educativo, plagado de "deficiencias".

Por otra parte -y por citar solo un ejemplo-, el autor de esta publicación aún recuerda el glorioso arribo de María Teresa Fernández de la Vega a las responsabilidades de gobierno presidido, a la sazón, por Zapatero. Nos deparó abundantes y justificados motivos de que su nombre se haya prodigado en los medios de comunicación escrita. Esto es comprensible.

Pero menos… "comprensible" resulta que determinados medios se empeñaran -y empeñen- en escribir su primer apellido precedido de la palabra De, (con inicial mayúscula). O sea: De la Vega por de la Vega. Con el mismo fenómeno topamos en otros nombres conocidos, como Vicente del Bosque, que, también, con frecuencia, se viene escribiendo Del Bosque.

El término "de" es, gramaticalmente, una preposición. Y, como tal, tiene la condición de "invariable", con una función sintáctica concreta: Introducir elementos nominales u oracionales y establecer la relación existente entre dichos elementos.

O sea: Ni es un nombre, ni -mucho menos- un nombre propio. En consecuencia, no puede escribirse con inicial mayúscula sin incurrir en monumental -y escandaloso- incumplimiento de las reglas ortográficas.

Conclusión: En su mayoría, los incumplimientos de las normas ortográficas son resultado de la aplicación del nefasto sistema educativo de turno.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios