Cambio de sentido

'Oleum'

¿Le saca Andalucía todo el jugo a su aceituna?, ¿qué provecho saca la almazara a su molienda?

Campos de La Bética, nonas de febrero, año 97 d. C. Dos hombres llevan al molino una carga de aceitunas. Cada romano consume una media de 20 litros de aceite al año. Los bárbaros son esos pelanas de acullá que guisan con grasas animales. El aceite de Hispania, el más preciado, unge la vida de Roma, en un eficiente y rentable sistema de comercio. De hecho ya existen los corredores de aceite (la lápida de uno de ellos, Sextus Julius Possessor, servirá andados los siglos de base a la Giralda). La producción se embarca a muy diversos lugares del Imperio. En la ciudad de Roma, 123 puestos esperan el aceite, que llega por ánforas, ánforas y más ánforas... El monte Testaccio se forma de tirar en un descampado estos envases usados. La Bética prospera.

Campos de Andalucía, 7 de febrero, año 2017. Hora del cigarro. Bajo un olivo, el dueño de sus cuatro faneguillas traspone la vista más allá de la linde. Piensa: "La cosecha no está siendo lo que se dice buena, chispa más o menos como la del año pasado, aunque seguimos siendo con diferencia los mayores productores mundiales. Peor les ha ido a Grecia, Túnez o Turquía. Y de Siria -qué dolor- ya ni hablamos. Vendrán pues los italianos a comprarnos para envasar y re-exportar, con lo suyo nunca tienen para cubrir todo lo que venden por el mundo. Qué cracks, los tíos. Ánforas. Ánforas y más ánforas... Quizá en ellas esté parte del negocio. Las grandes empresas españolas ya exportan al nivel de Italia ánforas -con moderno etiquetado- de nuestro aceite a todo el Imperio, cubren el 45% de la cuota de mercado de los Estados Unidos. En cambio, ¿qué jugo le sacamos los del campo a la aceituna?, ¿qué provecho saca la almazara a su molienda? Devotas del granel, las cooperativas no vuelcan en ánforas más del 5% de su aceite. Serán las mentalidades -este paisaje de olivos dispuestos desesperadamente en línea recta no ayuda-, o será que no se incentiva lo bastante que seamos más soberanos del origen y destino de este fruto. ¡Con la falta de trabajo que hay aquí en el pueblo! Y con la de mercado mundial -cuántos bárbaros aún por romanizar- que queda por abrir. ¿Andalucía acaso prosperaría en consecuencia?".

Yo, Carmen, andaluza de Jaén, hija de libertos, afín al acebuche, hecha desde chica al olor de la jámila, de profesión, su palabra; digo que no sólo nuestra tierra fértil, también sus frutos deben ser del máximo provecho para todas las gentes y agentes que los trabajan. Andaluces, levantaos: que nos queda mucho tajo.

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