¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Objetivo Madrid

Madrid está en la diana, como lo están el Rey o los jueces, por ser un símbolo de la unidad y de la democracia liberal

Si le hicieran la prueba de paternidad a este artículo el resultado sería inapelable: la tribuna que en estas mismas páginas escribió, el pasado sábado, el escritor Fernando Castillo: Madridgrado, capital aborrecida, texto en el que se trazaba una genealogía del veterano odio que se le profesa a la capital de España. El autor dedicaba una especial atención a la literatura antimadrileña de los intelectuales y escritores del bando nacional en la Guerra Civil. Gentes como Foxá, Pemán o Giménez Caballero no dudaron en identificar a la Villa y Corte con una urbe sovietizada y antiespañola, el reverso rojo de un Burgos limpio, azul y campeador. Lo recordamos ahora cuando Madrid está siendo el blanco de distintos ataques procedentes de las izquierdas del bipartito, estocadas que van mucho más allá de las lógicas críticas a las memeces de Ayuso o a la pésima gestión de la pandemia. En general, se nos quiere presentar al kilómetro cero de las Españas como una ciudad-tumor que ha crecido a costa del resto de la nación, una urbe narcisista y oligárquica que vampiriza los recursos hispanos. Sobre todo, nos intentan convencer de que Madrid, como alguien ya ha dicho, se ha convertido en un problema para el resto del país. Al parecer, el embolado lo produce la dinámica y próspera capital del Manzanares, no la ineptitud de ese grupo de profesores radicales y narcisistas que coloniza el Gobierno.

¿A qué vienen estas andanadas? Quizás la clave está en que, como ha dicho Andrés Trapiello en una reciente entrevista, Madrid es la "capital constitucional de España". En general, Madrid es una ciudad que, sin renunciar a su fuerte personalidad, resume el éxito de la democracia hispana, esa que nació no de los sueños infantiles y pirómanos de la izquierda visceral, sino de una lenta digestión llamada Transición que sacó, por una vez, lo mejor y más civilizado de este país bronco y fiestero. Cuando insultan o atacan a Madrid lo hacen en realidad a la idea de España como nación política posible, no como un conglomerado de bailes regionales, intereses comerciales, cantones y romerías. El actual odio a la capital es un odio a la unidad nacional, pero también a la democracia liberal y a sus instituciones y garantías. Madrid está en la diana como lo están el Rey y la judicatura, tres símbolos de la nación viva que están siendo agredidos desde el mismo Gobierno, con el apoyo de la gallera independentista. Pedro Sánchez se acerca cada vez más al Fernando VII de la historiografía romántica. Recuerden: un monarca inepto, soberbio y, para colmo, felón.

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