Nuevo politeísmo

Acudir a votar en tan distintos frentes muestra que se ha alcanzado una llamativa madurez democrática

Para muchos españoles las sucesivas elecciones pasadas han sido una carga llena de desconciertos, incertidumbres y gastos públicos. Han obligado al elector a pensar, a salir de su cubículo existencial cotidiano y tomar, una y otra vez, decisiones que han de afectar su vida. Sin embargo, a pesar de que hayan surgido opiniones críticas, acudir a votar en tan distintos frentes muestra de manera evidente que se ha alcanzado, gracias a tal diversidad de opciones, una llamativa situación de madurez democrática. Ya, La Boétie, el amigo de Montaigne, reclamaba, como primer paso para escapar del estado de servidumbre, no depender de un solo poder. Montesquieu buscó también diluir el poder en tres ámbitos para limitar cualquier exceso de uno de ellos. Depender al mismo tiempo de varios frentes y que ellos mismos se regulen y completen, supone, pues, mayor garantía y confianza en el buen funcionamiento de la vida social y política.

A quienes han estado supeditados a una sola parroquia, un solo culto y una sola servidumbre emotiva, cultural y legal, verse de pronto abiertos a nuevos y distintos horizontes, quizás produzca desazón y vértigo. Pero éste es el medio más racional de emancipación para el ciudadano que han ideado los nuevos tiempos. Puede que cueste comprenderlo, por eso debe repetirse: se ha iniciado la posibilidad de romper con identidades monoteístas y así, poder sentirse simultáneamente andaluces, españoles y europeos, con todo lo que esto significa de compartir derechos y obligaciones, por un lado, y disfrutar de un mayor despliegue cultural, sin abandonar nada de lo considerado propio. Éste es el aprendizaje que aguarda y hay que emprender con ilusión, realizando un recuento selectivo de cuántos dioses merecen ser conservados y ofrecidos para que los vecinos de las antiguas fronteras los conozcan y compartan. Pero esta tarea también obliga a desterrar viejos cultos anacrónicos e insolidarios, como los que obligan a rendir pleitesía sólo al terruño parroquial, asistir solo a las fiestas del caserío, hablar una sola lengua, leer solo a los autores nativos y odiar al vecino porque se sospecha que puede robar la entelequia de tu singularidad.

Cualquier ciudadano tiene un potencial múltiple de afectos, de sentimientos, de creencias, de necesidades y, de momento, no hay mejor invento para satisfacerlas que ofrecerle un mosaico múltiple que arrope, a la vez, a lo máslocal junto y con lo mejor de la cultura europea. Estas son luces para alumbrar un nuevo y necesario politeísmo.

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