Nuevo Neolítico, ya (y 4)

Ingenuo tiene que ser quien se toma a broma cómo los jóvenes andan todos juntos hablando entre sí con el móvil

El Neolítico supuso dos cosas, una derivada de la otra. Nuestra especie (cromañón) empezó a manipular la evolución, que si mejoro este trigo o domestico a esta oveja, y con ello su organización social, política, económica y moral se fue modificando paulatina pero completamente. Ha pasado el tiempo y ahora nos encontramos con que nuestro poder ha llegado a tal extremo que nos vemos forzados a autodestruirnos para crear la siguiente especie que nos sustituirá, una más, se supone, entre las miles que tal vez vengan detrás. La evolución está empezando a dejar de funcionar a su iniciativa porque nosotros se lo impedimos, algo a lo que no podemos renunciar.

Muy interesante sería saber por qué, si podríamos pararlo todo y ¡ale! a seguir sin progreso alguno. Por resumir de una manera plástica las experiencias de cada día vale lo que dice Ernest Cline, que los chicos crecen hoy dentro de un útero tecnológico. Y, por lo que vamos sabiendo, a la vuelta de la esquina, nacerán con el móvil en el cerebro y así desarrollarán toda su vida.

La cosa es que el principio tecnológico sigue tirando de nosotros con el señuelo de lo que nos resuelve, que sin duda es verdad, pero lo que andan discutiendo los filósofos y los científicos, a la hora de diseñar el futuro, es básicamente si seremos nosotros los que nos modificaremos o vendrán los robots a sustituirnos. La filósofa Rosi Braidotti, que aboga por el ser humano con capacidades ampliadas, no quiere que esta cuestión quede en manos de Nick Bostrom y los ingenieros que trabajan en la inteligencia artificial, la otra alternativa. El debate está en eso, en si es una cuestión de inteligencia artificial o de inteligencia encarnada. Y a estas dos posiciones primordiales, habría que añadir muchas otras observaciones. Baste señalar que ya hay quien se plantea qué vendrá después de los post-humanos. Y Martín Varsavsky, que cree que, desde la llegada de la píldora, el sexo es para quererse, para divertirse, pero no para procrear, ha creado una 'start up' para tener hijos sin sexo.

Duro resulta todo esto, pero ocultarlo es una hipocresía antropológica que no lleva a ninguna parte. Y muy ingenuo tiene que ser quien se toma a broma cómo un grupo, normalmente de jóvenes, andan todos juntos hablando entre sí con el móvil. Veremos (verán) solo dentro de 50 años. Porque del lío en que estamos metidos nos damos cuenta solo por lo alto. Nada más.

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