Una serie de mastuerzos, acuñados como artistas y tal por la televisión pública vasca, se han dedicado en un programa de la ETB a liberar festivos su diarrea mental y su aldeanismo de txapela contra lo que ellos entienden como español. El vídeo, por supuesto, se ha hecho viral, más que nada porque rara vez se ha visto así, abiertamente y con un presunto punto de humor, la xenofobia que habita en la mente de todos esos que, mezquinos, hace no mucho aplaudían y brindaban cada vez que un etarra cometía un cobarde asesinato. Nunca habría podido ETA subsistir durante tanto tiempo si detrás no hubiese tenido un sustrato tan fascista como sus miembros que le tocase las palmas, así que ahora que han dejado las armas porque no les quedaba otra no es de extrañar que, en la derrota, traten de endulzarse la bilis con pedorretas como la del vídeo. Mejor así que a tiros, mucho mejor así, aunque bien haría el PNV en reflexionar sobre si su legítima opción política puede fundamentarse en una verborrea hiriente que tanto se parece a la que los nazis utilizaban para referirse a los judíos o los españoles de otro tiempo utilizaban para referirse a los moriscos. Si el País Vasco que quieren construir es esta cosa bruta del siglo XVI arreglados van, así que lo único que queda es darles el pésame porque antes o después se van a volver a manchar las manos de sangre. Y bien harían los mastuerzos amargados del vídeo en leer a su paisano Unamuno, que en estos casos de estrechez de miras y cuesco mental recomendaba leer y viajar, que cuando uno se encierra en la aldea y se casa con su prima pasan estas cosas. Por lo demás, como español más o menos aburrido pero español al cabo, no puedo negar que el vídeo de marras me la trae al pairo, porque ni el elogio encendido del amigo ni el insulto del que autoasume el rol de enemigo pueden ser tomados en cuenta. Los mueve el corazón, el amor o el odio, y no valen. La realidad de España por ello es otra, ni tan buena como la que unos narran ni tan mala como lo que los mastuerzos sin ilustración ni humanidad proclaman, y lo que sí me gustaría, aunque peque de utópico, es que España se liberase de una vez de sus cadenas históricas para retomar el sueño colectivo de los 70 de construir un país libre, tolerante, incluyente y pacífico. Lo demás, en fin, son naderías. Pedorretas de unos y farfollas de otros. Fuegos de artificio y verbena que, cuando se apagan, dejan la noche de España, desde Bermeo hasta la Isla del Hierro, exactamente igual.

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