Reloj de sol

Joaquín Pérez-Azaústre

Navarro dinamita

NAVARRO es la alegría, la indisciplina, Navarro es esa barba de tres días echando dinamita a la canasta. Navarro dinamita, es dinamita. Navarro se marchó a la NBA sabiendo que ganaría mucho menos dinero que en España, que tendría que pagar él mismo su cláusula millonaria, que cualquier paso al azar y sin fortuna podría suponerle la ruina. Sin embargo, en este tiempo escaso de competición, Navarro ha demostrado lo que muchos sabían: que él era un jugador para la NBA, que España se le había empequeñecido a la sombra trivial de su muñeca.

La muñeca de Navarro, algunas veces, da la impresión de ser una muñeca loca. Juan Carlos Navarro, el jugador coraje, el jugador ciclotímico, el jugador solitario, el hacedor de suertes, es capaz de jugarse siete triples para fallarlos todos mientras su equipo pierde duramente. Los que hemos visto a Navarro ahora sabemos bien que, en esos casos, si el partido durara una hora más, él seguiría tirando, a lo torero, a lo francotirador sin pérdida, por mucho que se pierda su carrera, su vida y su dinero, porque esa valentía juvenil le ha lanzado siempre adonde está y no va a cambiar ahora, que es campeón del mundo y está en la NBA.

A falta de Gasol, en los Grizzlies de Memphis ya saben de qué va este jugador, que se va a Estados Unidos con veintisiete años a comerse las uvas sin colchón para marcarle casi treinta puntos a los Magic, con dos triples de hielo o de calor en los últimos tres minutos, que son los tres minutos de la vida donde todo se gesta o se desmiembra. Navarro, tan experto en ganar como en perder, asume tantos riesgos en su juego que siempre tiene todo por ganar, por mucho que conozca la derrota y haya crecido, incluso, en esa balsa espesa de un temor: cuando el tirador se tira hasta el carné y es el responsable de un fracaso. Navarro lo tiene claro: si no le entra una vez, tendrá que concentrarse en la siguiente. El tirador la tira, es una ley.

El entrenador de los Orlando Magic, después del partido, declaró a los periodistas: "Navarro fue el jugador que, realmente, nos rompió por detrás. Simplemente, no pudimos pararlo". ¿Cómo van a parar esta alegría, esta verdadera indisciplina, esta barba dura de tres días nacida para hacer el triple mágico?

En un momento dado del partido, sobra la estrategia, la jugada prevista, y ahora sólo queda el puro instinto del tío que se la juega sin pudor. Navarro es ese hombre, es ese riesgo. Navarro es dinamita, Navarro es lo mejor del baloncesto.

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