La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

El otro Mundial

Rusia 2018 es un gran escaparate de lo que somos como sociedad: el machismo y la xenofobia campan en las calles

Me sorprende que nos sorprendamos. El Mundial de Rusia no es más que un escaparate, un espejo gigante, de lo que somos como sociedad: entusiastas y patriotas en el primer tiempo y críticos avinagrados en el segundo; generosos por la mañana y egoístas por la tarde; solidarios cuando nos ven y xenófobos si nos dejan; cívicos e incívicos en el mismo pentagrama. Orgullosos y machistas, siempre.

En apenas dos semanas, las necesarias para que España haya sumado su tercera competición sin pasar de octavos de final, las crónicas con más pulso informativo se han sucedido al otro lado de la pantalla verde. Entre tópicos y prejuicios. No había comenzado Rusia 2018 cuando la selección argentina saltaba de las páginas deportivas por el polémico manual para ligar con chicas rusas que su Asociación de Fútbol repartió en un cursillo con periodistas, entrenadores y jugadores. Con el loable objetivo de facilitar su integración y hacer más llevadera su estancia, les aconsejaban hablar poco, lavarse mucho, vestir bien y llevar un buen dinero con el que poderlas encandilar. Las redes echaron humo. Las páginas sobre el arte de la seducción terminaron literalmente arrancadas de los libritos de Idioma y cultura rusa y Argentina, abochornada.

Casi un juego de niños si lo comparamos con los mensajes apocalípticos que lanzaron algunos políticos locales nada más comenzar el Mundial: cuidado con los extranjeros porque llegarían cargados de virus y sustancias prohibidas y alerta a las mujeres rusas para que no se acostaran con "hombres no blancos" porque podían quedarse embarazadas y sus "niños mestizos" serían discriminados como ya ocurrió con los Juegos de 1980...

Episodios histriónicos, aislados, pero representativos de cómo el machismo y la xenofobia campan en las calles. A diario, lo están sufriendo las periodistas que cubren los partidos y las aficionadas que se han desplazado para apoyar a sus equipos: manoseos, acoso, burlas y abusos en una sociedad ajena por completo a los derechos de la mujer.

En el lado positivo de este otro Mundial, dos fotografías inesperadas. Por un lado, las mujeres iraníes rompiendo 40 años de sometimiento en el partido contra España: pudieron acceder a un recinto deportivo a cara descubierta, sin hiyab, maquilladas y con la bandera su país en las mejillas. Por otro, los hinchas de Senegal y Japón dando un ejemplo de civismo a medio mundo retirando la basura de los estadios tras la victoria de sus equipos. Ese mismo día, un cámara cazaba a un grupo de forofos suizos aliviándose a gusto contra un muro en mitad de una calle... Lección doble a la civilizada Europa.

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