Como llevo haciendo desde unos pocos años, noviembre es un mes para dejarme bigote. Yo tengo la mala suerte de que mi bigote me sale horroroso y esto me genera no pocas tensiones en casa, no por lo feo, algo a lo que ya están acostumbrados y, si no, deberían, sino porque no les gusta nada, ni el pelo encima de los labios ni el aspecto. Reconozco que tienen razón cuando dicen que es muy de Pancho Villa, pero igual quien lo cuadró cabal fue mi compañero y amigo Kings, señalando que era muy Charles Bronson y que menos mal lo de la mascarilla, porque con esa distracción costaba mucho preparar un caso conmigo. Gajes de la libertad.

Ya termina el mes y, con ello, en verdad desde hace algunos días, vuelvo a la normalidad rasurada de mi día a día corriente. Noviembre es una oportunidad para visualizar con una campaña mundial, aquí no demasiado seguida, la batalla por la salud de los hombres, no en genérico universal, sino en particular concreto, de los varones, frente a dos tipos de cánceres, comunes y complicados, que afectan al sexo masculino y, con menos repercusión mediática que otros tipos igualmente complicados, van acabando con la vida de muchos demasiado pronto. Se trata del cáncer de próstata y el cáncer de testículos que, obviamente, solo tienen un universo masculino. Han añadido además el campo de la salud mental y la prevención del suicidio, que estadísticamente es más frecuente y devastador entre los hombres. Desde el año 2003, la Fundación global Movember ha liderado más de 1.200 iniciativas en todos los órdenes para favorecer la investigación, el tratamiento y la visibilidad de una problemática de salud que afecta solo a los hombres, en el caso de esos tipos de cáncer, o muy marcadamente a ellos, en el caso del suicidio. Es también perspectiva de género, no la que normalmente defendemos, con toda razón, pero evidentemente anclada en ver el problema desde una óptica concreta que lo necesita. Movember es un nombre con gancho, nacido de la unión de dos palabras, November, noviembre en inglés, y Moustache, bigote en inglés prestado del francés, mostacho de toda la vida. Da bien.

No lo hago, aunque me deje el bigote, o lo que sea eso que me sale, este mes, con ánimo de bronca con otras campañas que focalizan otras realidades de salud o de cualquier otro asunto, más conocidas y más asumidas, porque pivote sobre una cierta desigualdad de género, en detrimento de los varones. Sé que algún razonamiento de esa naturaleza habrá en quien la diseñe e, incluso, en quien la siga, pero no es mi caso. Yo no compito, reivindico visibilidad con una acción concreta, porque la causa me parece legítima, aunque no me afecte personalmente, del mismo modo que apoyo otras que no afectarán nunca por razón de sexo y que me parecen igual de necesarias y legítimas. Esto es, cuanta más atención se capte, más se alimenta todo. Y lo importante, con bigote o sin él, que se pelee contra lo malo.

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