HAY quienes llevan la modernidad en la sangre y quienes hacen el ridículo por querer ser modernos. El primer grupo es selecto y no todo el que lo pretende puede acceder a él. La modernidad, como decía Brummel de la elegancia, "no se tiene que notar". La escritora Silvia Grijalba acudió el otro día a un acto de Cosmopoética y con su discreta modernidad logró eclipsarlo. Acompañada del simpar Curro Cañete -el defensor de Karmele en la Isla de los famosos-, la escritora entró en la Caseta del Círculo codeándose con mucho aspirante a moderno. Con esa sencillez que reclamaba Brummel logró convertirse en el centro de atención cuando sacó una bolsa de regañás de Roldán para comérselas una a una. Eso es clase, eso es estilo. Poco importaba ya de lo que sucedía a su alrededor, la creadora de tendencias acababa de parir una moda que causará furor -eso fijo- entre la modernidad local.
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