EN el plan de choque de la Junta de Andalucía contra lo que aún no quieren llamar crisis aunque sí desaceleración profunda hay de todo: medidas acertadas, medidas discutibles y brindis al sol. Digamos que la Junta hace lo que puede teniendo en cuenta su limitada capacidad de maniobra ante una crisis internacional, y también hace lo que no debe por ser pura apariencia, simulacro y propaganda.

A esta última categoría pertenece el llamado Observatorio de Precios de Andalucía, condenado a integrar el catálogo de organismos prescindibles que el poder se saca de la manga para aparentar su preocupación/ocupación por/de un problema. Antes los problemas de difícil gestión se afrontaban -es un decir- creando una comisión o encargando un informe de expertos. Últimamente, sin abandonar comisiones ni informes, se ha puesto de moda el Observatorio, que suele reunir ambas modalidades, pero con más pompa y en mayúsculas. Da más impresión de solvencia, aunque el resultado es el mismo.

¿Qué puede hacer la Junta para controlar la inflación? ¿Acaso está en sus manos influir en los países productores de petróleo para que dejen de subir el precio del barril? ¿Puede presionar a India y China a fin de que no sigan demandando tanto grano, con el consiguiente arrastre alcista de los mercados internacionales? ¿Y paralizar la potente industria de los biocombustibles, responsable de un tercio de la subida de precios? ¿Darle un ultimátum al Banco Central Europeo para que cese la subida del euríbor y, con él, la de las hipotecas? La respuesta es no en todos los casos. Lo único que podría intentar la Junta en materia de precios, dentro del limitadísimo margen que le deja una economía globalizada, sería limitar el intervencionismo y favorecer la libre competencia en sus mercados. Y rezar para que la crisis dure lo menos posible.

El Observatorio de Precios de Andalucía, que promete un portal en internet y estudios sobre la estructura y evolución de los precios, sólo se puede tomar a risa. El vicepresidente Griñán podría enviar un equipo de expertos y técnicos a las gasolineras, a observar cómo los paneles de precios varían de un día para otro y siempre hacia arriba; otro equipo a los mercados e hipermercados, a tomar nota de que la subida de la leche es la leche y que los tomates cuestan hoy un ojo de la cara y mañana los dos; un tercero a anotar las oscilaciones del euríbor, y uno más a enterarse por los periódicos y las radios de cuánto sube las tarifas de la luz el ministro de Industria.

Es importante observar cómo suben los precios en Andalucía, ya lo creo. De ahí saldrán análisis, libros, conferencias y simposios. Conoceremos nuestra inflación al detalle. Controlarla ya es otra cosa.

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