Mensaje en la botella

Memoria de Andalucía

Hay episodios históricos que inexplicablemente se han ido diluyendo con los años

Llega otro 28-F más, aunque este algo diferente por lo del covid. Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿qué es Andalucía? Pues parece que ocho territorios más desunidos de lo que sería necesario e incluso enfrentados en ocasiones por cuestiones que tienen su importancia, como hemos vivido recientemente entre Córdoba y Jaén a cuenta de la base logística del Ejército de Tierra. Desde las instituciones nos envían de forma machacona el mensaje de un pueblo fuerte, pero a la vista está que el camino recorrido en estos más de 40 años de autogobierno no ha eliminado todas las desigualdades y ha acentuado incluso esa cultura del agravio entre provincias. Hasta ahora, a esta Córdoba nuestra casi siempre le ha tocado perder, conformarse como segundona o aprovecharse del rebufo de otros, como ocurrió en su día con el AVE entre Madrid y Sevilla, que posibilitó una parada en la capital.

Pero lo que no podemos olvidar es el papel que jugó esta tierra en la consecución de una autonomía que, aunque con problemas, ha ayudado a mejorar la calidad de vida de los andaluces. Ahora que tanto se habla de la memoria, es justo reivindicar que fue en 1933, en la llamada Asamblea de Córdoba, cuando con Blas Infante a la cabeza se comenzó a trabajar en las bases de un estatuto. Luego, con la democracia, se retomó aquella vieja aspiración y un 28 de febrero de 1981, la asamblea de diputados y senadores andaluces aprobó en Córdoba el proyecto denominado Estatuto de Carmona, como paso previo al referéndum que desembocó en las primeras elecciones autonómicas en el año 1982.

Pero son muchos más los episodios que de manera inexplicable se han ido diluyendo con el tiempo, que forman parte de la historia y que son desconocidos para las nuevas generaciones, que identifican a Andalucía con nuestros gobernante más recientes, con un Parlamento al que ir de excursión o el desayuno molinero en las escuelas. Por desgracia, gran parte de nuestros jóvenes ignoran lo que ocurrió el 4 de diciembre de 1977, cuando dos millones de andaluces salieron a las calles en las ocho capitales para reivindicar un autonomía plena, al mismo nivel que el resto de nacionalidades del país. Fue una jornada histórica, pero empañada por un disparo que en Málaga acabó con la vida de Manuel José García Caparrós, que se convirtió en un símbolo. Y qué decir de Plácido Fernández Viagas, presidente de la Junta Preautonómica y clave para la posterior aprobación del Estatuto. Incluso la figura de Rafael Escuredo, primer presidente de la Junta de Andalucía, pasa desapercibida.

Si Andalucía quiere aspirar a un proyecto común, en el que todos sus territorios se sientan cómodos y atendidos por sus instituciones, tal vez deberíamos empezar por recuperar lo que alguna vez nos unió. Miremos al pasado con el ánimo de que nos ayude a conformar un futuro mejor.

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