Por Medina Azahara no se pasa, hay que ir. Es el comentario que escuchamos cuando hacemos de anfitriones de quienes con el tiempo justo optan por venir a la ciudad y descartan con ese argumento visitar el yacimiento arqueológico. No les falta razón, porque su ubicación es un handicap, incluso para los que vivimos aquí. Sin embargo, ese inconveniente no resta un ápice al valor real de la ciudad palatina, que poco a poco va creciendo en notoriedad por aquello de que aspira a convertirse en Patrimonio Mundial de la Unesco.

Algunos pasos ya se han dado en esa dirección, más allá de la presentación de la candidatura, como el proyecto de iluminación para las visitas nocturnas y campañas de promoción por parte de la Junta de Andalucía, propietaria del conjunto y responsable de su explotación. No obstante, debemos ser realistas y a nadie escapa que el aprovechamiento real de Medina Azahara desde el punto de vista patrimonial y turístico está muy lejos, entre otras cosas porque hasta hace bien poco nunca ha sido una prioridad para las instituciones públicas ni para el sector turístico cordobés. Es triste, pero es la realidad. Decía un empresario recientemente que habría que ir pensando en algún establecimiento hotelero y espacios gastronómicos en la zona más cercana posible al Museo y al yacimiento, para así hacer más atractiva la oferta. Supongo que podría ser una salida, aunque ese tipo de iniciativas habría que mirarlas con detenimiento. Se me ocurre que alguna vez habrá que pensar en que los accesos a Medina Azahara no son los más adecuados y que su ubicación dificulta la afluencia de visitas que este espacio merece. Nada más se supo de aquel viejo proyecto de ejecutar una avenida de acceso desde la carretera de Palma del Río o de la ampliación de carriles en esa misma vía para acercar en lo posible el yacimiento a Córdoba.

En cualquier caso, y pese a las carencias, ahora todo el mundo parece que mira un poco más a este patrimonio único. La sola intención de que la Unesco reconozca esos valores ha bastado para que instituciones públicas y privadas se acuerden ahora de Medina Azahara. Ayer mismo, las Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España manifestaron su apoyo a la candidatura de la ciudad califal en un acto celebrado en el Conjunto Arqueológico, todo ello de la mano de la alcaldesa, Isabel Ambrosio. A la misma hora, la Conferencia de Presidentes de Parlamentos Autonómicos (Coprepa) hizo lo propio con una visita a los restos arqueológicos, esta vez guiados por Juan Pablo Durán, presidente de la Cámara andaluza. Eso sí, ambas delegaciones hicieron un recorrido por separado, algo incomprensible, por mucho que se vieran forzados a saludarse en el camino. Alguna explicación habrá para que eso ocurriera, pero en cualquier caso lo que provoca es que se disparen aún más los rumores sobre si las relaciones entre unos y otros -llámense Durán y Ambrosio o viceversa- son mejores, peores, malísimas o mediopensionistas.

Si de verdad estamos en el año clave de Medina Azahara, apostemos todos de verdad por la ciudad califal con orgullo. Mejor juntos. Que tan difícil no es entenderlo.

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