Mecenazgo cultural

Esa Andalucía que tanto brilla en sus días festivos, padece, como contrapartida, una vida cultural bastante apagada

Los andaluces como colectividad ofrecen una imagen de gente hospitalaria y rumbosa. Una imagen que ha cobrado cuerpo sobre todo gracias a la obligada exhibición de generosidad exigida por ferias, fiestas y tradiciones religiosas. Y lo que da sentido a este tipo de festividades es precisamente el dispendio y el derroche ante propios y forasteros, pues, al haberse convertido en centro de la vida social andaluza, reclaman un cierto nivel de ostentación y gasto. Se trata por tanto de una costumbre bien asumida, que forma parte de lo que suele considerarse el carácter de los andaluces. Pero si se reflexiona sobre este rasgo sociológico, sorprende su contraste con la escasa disposición que se da, en el ámbito privado, a participar en algún tipo de mecenazgo en el mundo de la cultura. Parece, por ejemplo, como si abrir una caseta de feria y cumplir, gracias a ella, con las leyes de la hospitalidad, ya fuera suficiente gesto y permitiera olvidar compromisos sociales como ese tipo de mecenazgo, que, sin embargo, se cultiva más en otras regiones españolas, como prueban las estadísticas. Por descontado, que no se trata de criticar a los que se permiten hábitos festivos tan enraizados, pero sí buscar una explicación a esta carencia de iniciativas privadas encaminadas a sostener la cultura. Por fortuna, en el mundo de las empresas y de la economía sí se percibe, desde hace años, mayor atención a quienes en esas dedicaciones productivas requieren estímulos y reconocimientos. Pero, tristemente, la cultura se mantiene huérfana de esta clase de patrocinio privado, quizás porque se tiene interiorizada la opinión, o el malentendido, de que son las instituciones públicas (Junta, diputaciones, ayuntamientos) o las fundaciones herederas de las antiguas cajas de ahorros, las únicas que deben hacerse cargo de revitalizar la cultura. Mas, como se puede comprobar fácilmente, ese apoyo político institucional suele ser insuficiente por falta de ideas, de ambición o de presupuestos. Y esa Andalucía que tanto brilla en sus días festivos, padece, como contrapartida, la imagen negativa de una vida cultural bastante apagada. Debería, pues, darse a conocer, que, comparado con otras partes de España, el mecenazgo cultural en Andalucía apenas existe. Y para removerlo, la iniciativa tiene que partir de las autoridades de la Junta, con el fin de vivificarlo, gracias a una legislación actualizada que aliente su labor. Una labor que, desde luego, siempre será compatible con el esplendor de sus fiestas.

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