Mensaje en la botella

Mayores a los que olvidamos

Debe sonrojarnos el mirar para otro lado a cuenta de los problemas de los mayores

Un informe de la consultora AIS Group recogido por este periódico esta misma semana revela que Córdoba es la segunda provincia de España con la tasa más elevada de personas mayores residiendo en hogares en riesgo de pobreza (27%), solo después de Cáceres (30%). No hace falta seguir desgranando el estudio en cuestión para concluir que se trata de un dato demoledor. Está claro que algo estamos haciendo mal para que eso se produzca, si bien de poco sirve el lamento sin plantear soluciones al problema.

Pero no se trata de un análisis aislado, sino que se enmarca en la celebración del Día Internacional del Mayor, una efeméride que nos deja otros titulares llamativos, como que la Cruz Roja dedica este año su jornada de la Banderita a la mal llamada tercera edad -conscientes de que la situación es delicada- o que en esta Córdoba nuestra siguen pasando los años y no se resuelve el conflicto de los ascensores, con lo que unos 400 bloques de la ciudad se han convertido en un verdadero calvario para muchas personas que con problemas de movilidad no pueden salir de su casa. Si a este cóctel le añadimos que en Córdoba seguimos teniendo las pensiones más bajas de España, pues el resultado es que nuestros mayores tienen demasiadas cosas por las que preocuparse y nosotros, los que aún estamos en activo, muchas de las que avergonzarnos.

Y esto es así porque una parte importante de todos esos derechos que hemos ido adquiriendo en las últimas décadas, desde la sanidad hasta la educación o la asistencia a domicilio, son fruto del trabajo y la reivindicación de esa sociedad que se peleó para que nuestra vida fuera mejor, personas que ahora han pasado a formar parte de ese colectivo de edad superior a los 65 años, que ve como parte de esos logros van menguando, mientras que la sociedad, en ocasiones, mira para otro lado o simplemente se resigna. Hay quien valora la capacidad de movilización de esa generación, que sean capaces -como han hecho en Bilbao, por ejemplo, o en otros territorios como Andalucía- de movilizarse, reivindicar (otra vez) más justicia social para todos. Y sí, es digno de destacar, pero también debe sonrojarnos a quienes desde nuestra zona de confort miramos con admiración, pero nada más.

Siempre nos queda culpar a los políticos -y hay que hacerlo- por su torpeza y egoísmo a la hora de solucionar los problemas, por su incapacidad manifiesta. Pero eso no puede ocultar nuestra responsabilidad, la de quienes al menos desde el agradecimiento deberíamos mostrar mayor sensibilidad hacia nuestros mayores, a esas personas cuya experiencia vital se ha transformado en una sabiduría que estamos desaprovechando injustamente. Aún estamos a tiempo de rectificar, que no es solo cosa de sabios, sino también de inteligentes.

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