En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

Martirizado por los mugidos

Hoy, no sé por qué, me he acordado de Francisco Adame, un vecino de Fuente Palmera que vivió durante más de dos décadas luchando contra molinos de viento, soportando mugidos y olores que decía que no se los deseaba a nadie, un problema del que algunos medios nos hicimos eco intentando también ayudarlo. Francisco Adame sentía que le habían obligado a vivir una especie de terapia forzosa al estilo de La naranja mecánica. Si en el film de Stanley Kubrick al protagonista le castigaban, después de inmovilizarlo, con dosis y dosis de películas de sexo y violencia hasta conseguir que repudiara eso que era la base de su vida, Francisco no entendía cómo él y su familia tenían que soportar junto a su casa, desde 1992 e inmovilizados por la nula eficacia de las administraciones, dosis y dosis de olores, excrementos y mugidos procedentes de una vaqueriza que ya era como su jardín. Insistía en que eso era poco menos que un martirio, que nadie se podía ni imaginar lo difícil que le resultaba ver llorar y desesperarse de impotencia a su mujer y a sus hijos por la situación y que la administración que tenía que acabar con esa situación no terminara con ella. Para más Inri, la vaqueriza no tenía ningún tipo de licencia ni permiso y, a pesar de que contaba con decretos de cierre por parte del Ayuntamiento y de la Delegación de Medio Ambiente de la Junta, no se cumplían. Francisco llegó al punto de decir lo que Santo Tomás, que no se creería lo del cierre hasta que no lo viera.

El que denominaba como su particular calvario y el de su familia comenzó en ese año olímpico y de la Expo de Sevilla cuando a Francisco le quedaban meses para acabar de construir su casa. Le había comprado los terrenos para ello al padre del dueño de la vaqueriza. El hijo le colocó un par de pesebres casi junto a su casa. En ese momento, no tenía más de diez vacas, que estaban a unos 200 metros de su propiedad. Pero poco a poco la vaqueriza creció hasta contar con más de un centenar de reses. Comenzó por ello una recogida de firmas junto con otros vecinos para acabar con el problema. Les dio registro de entrada en el Ayuntamiento de Fuente Palmera, pero no le escucharon aduciendo que no tenía sentido su queja. Francisco llevó el problema hasta el Parlamento Andaluz. Finalmente y tras muchas luchas, el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 3 de Córdoba condenó al Ayuntamiento a pagar más de 106.000 euros a la familia "afectada por esa vaqueriza que fue declarada ilegal por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) desde julio de 2009". Fueron 24 años en los que los malos olores, ruidos, mugidos, insectos, ratas...perjudicaron a Francisco y a su familia. Demasiado tiempo para resolver un problema que tenía que haberse resuelto en breve. Pero, así es la administración.

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