Nadie derramará muchas lágrimas por Mario Jiménez; ni siquiera Susana Díaz, que es quien más le debe, al menos, su lealtad. Después de haber perdido el Gobierno de la Junta, el PSOE andaluz necesita mudar, por lo que es normal que el portavoz parlamentario fuese relevado. Y su candidata y secretaria general. Y su secretario de Organización. Y sus otros portavoces. Y media Ejecutiva regional. Y algunos secretarios provinciales. Y los presidentes de diputación. Pero nada de eso ha ocurrido: Mario es el cambio, y a partir de ahora quienes le sustituirán en el grupo parlamentario son tres ex consejeros del Gobierno que entregó la Junta al PP: José Fiscal, Rosa Aguilar y Manuel Jiménez Barrios. José Griñán tuvo que decidir a quién le entregaba la Presidencia, si a Mario o a Susana, y escogió a esta última, pero al primero nunca le pudimos tirar de la lengua. Ni cuando Susana, pudiendo situarlo en Ferraz, dejó a Mario Jiménez fuera de la primera dirección de Pedro Sánchez. Ni cuando no le dejó ser vicesecretario general. Mario ha sido un portavoz bronco, excesivo, pero fuera del estrado era un parlamentario reflexivo, negociador, calmado, bastante humano. No hay ninguna lectura que suscribir para explicar su destitución, lo de su oposición a Pedro Sánchez es pura patraña; no le den más vueltas, esto es el susanismo.

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