Año 1982. Colegio público José de Pasamonte. Madrid. Don Paco nos pilló enredando en clase con un álbum del mundial, y como premio nos obligó a aprendernos de memoria el mapamundi. El mapa político por excelencia: cada país un polígono, cada capital un punto. Un esquema aún válido para aprehender aquel mundo con su telón de acero, su política de bloques, sus superpotencias y sus naciones estado, con sus gobiernos centrales, sus bancos centrales, sus industrias nacionales, sus aranceles y sus fronteras. El mapa, válido para el cole, y que ya era inútil en los gabinetes de 1982 -hacía casi una década que los Chicago Boys teorizaban y practicaban la descentralización del control de la economía, origen de la globalización- aún hoy persiste en muchos despachos y, lo que es peor, en muchas de las cabezas que toman decisiones que nos afectan diariamente.

El polígono cuyo centro es la cabeza del alcalde, la cabeza consejero delegado, la cabeza del presidente del Gobierno de turno, que como en el chiste del mapamundi de Bilbao, reducen el universo globo a aquello que consideran bajo su control. Desde aquel lejano 1982 por vocación o por oficio, he dedicado mucho tiempo a pensar y elaborar mapas. Cada vez los elaboro menos y los pienso más; y en una de estas pensadas con el gran Moreno Ibarra -un think tank en sí mismo- sobre unos papeles que pretendemos elaborar a cuatro manos -las mías son más perezosas que las suyas- surge una pregunta clave verbalizada por Parag Khanna (2017): "Si las fronteras están destinadas a separar territorios y sociedades, ¿por qué se acumulan entonces cada vez más poblaciones a lo largo de ellas?".

Tres ideas clave son las que estamos desarrollando. 1. Conectividad reemplazando a la división: nos dice más un mapa de conexiones de transportes, energía y comunicaciones que los mapas de fronteras territoriales. 2. Descentralización y agregación: los países se descomponen hacia multiplicidad de ciudades y megaciudades que buscan autonomía financiera y diplomática y a la vez buscan agregarse en redes de recursos compartidos para sobrevivir. 3. Cadenas de suministro organizadas en un mundo sin fronteras: la hiperconectividad permite la transformación hacia un sistema global crecientemente complejo que atraviesa fronteras mediante las asociaciones dichas cadenas.

Pensar y diseñar estos asuntos desde un punto centrado en un polígono genera esquemas económicos lineales, que como los grandes cazadores del Paleolítico están abocados a la extinción.

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