Manifiestos

Le recuerdan a Macron que las pérdidas económicas del sector estriban en unos 500 millones de euros

Los manifiestos impulsados por el mundo de las letras constituyen, en Francia, un género literario. Desde que lo iniciara Zola -aunque Voltaire ya había publicado buenos precedentes- se creó una vibrante tradición en la que tan apreciable suele ser la justicia de la causa como la fuerza expresiva destinada a defenderla. Desde hace un par de días un nuevo manifiesto circula por el país vecino. Cabe esperar que cause efecto porque va dirigido a alguien que asumió la Presidencia de la República francesa precedido del prestigio de su anterior dedicación a la escritura. Un presidente que, además, no ha olvidado estos orígenes porque salpica cada uno de sus discursos con citas literarias muy del gusto de sus ciudadanos. Por ello mismo, habrá sido un duro golpe para él recibir un manifiesto firmado por 625 autores, editores y libreros, en el que le reclaman que la ayuda al libro -esa señal distintiva de Francia- sea algo más, en estos momentos dramáticos, que una entrañable alusión retórica.

Pero más allá del significado critico de esta iniciativa, merece señalarse el valor literario del documento. Porque es una pieza pensada para mostrar su crítica a una autoridad de la nación, pero también para tocar la sensibilidad de Macron, un presidente de república que demuestra no haber olvidado que también es un autor. Los firmantes del manifiesto dicen sentirse "reconfortados" por tener un presidente que, al finalizar cada una de las intervenciones motivadas por el confinamiento, ha alentado a los franceses con una invariable propuesta: "Leed". Este "inesperado imperativo" ha conmocionado a los hombres de letras siempre tan predispuestos a pensar que la lectura es la mejor terapéutica social. Esta "invitación a los franceses" a leer ha conseguido, pues, el aplauso "unido, indisociable y solidario" del mundo del libro. Pero por ello mismo, este mismo mundo le recuerda a Macron que las pérdidas económicas del sector, debido a la pandemia, estriban en unos 500 millones de euros. Y, con sutil reconocimiento, sacan a relucir el éxito de las dos anteriores operaciones culturales de gran envergadura emprendidas por el presidente (Paso a la Cultura y Cheque para Leer) preguntando si no ha llegado el momento de relanzar una nueva ofensiva. Para justificar su petición, finalizan los firmantes con una bella y efectista imagen: no puede haber una nación sin alma y los libros son el alma de la nación francesa. Tal vez sería ésta buena pregunta para realizarla también al sur de los Pirineos: ¿tiene alma todavía la nación española? Y si la tuviera, ¿pueden desempeñar en su favor algún papel los libros?

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