En Estados Unidos votar es un privilegio. La Constitución no ofrece una respuesta firme sobre el derecho de sufragio. Se ha ido construyendo, y destruyendo también, con posterioridad. El privilegio de voto, primero reservado solo a varones blancos potentados, es hoy mucho más amplio, pero aún recortado en algunos estados. El sufragio universal allí es una versión edulcorada. No es fácil. La relación americana con el voto es de pareja moderna en redes: complicada.

Vale. En ese cuerpo electoral, cada estado tiene un número de votos electorales asignado previamente, en realidad, un número de compromisarios electores igual a la suma de todos sus representantes elegidos (dos senadores por cada estado, con independencia de su tamaño; equis representantes en la Cámara, a la inversa - aquí juega un papel muy importante el perverso "gerrymandering", el dibujo cambiante de los distritos, que altera mucho las mayorías finales en las cámaras, una trampa electoral muy compleja y confusa que favorece al ganador de las últimas elecciones, pero eso es para otra ocasión). Bien, supongamos que el modelo es limpio y las reglas también. Para ganar la elección, el candidato debe alcanzar 270 votos electorales. Quien gana por un voto en un estado, se lo lleva entero (hay poquísimas excepciones a esa regla común) y suma todos sus compromisarios. Por eso Biden, que ganará en California por amplia diferencia, tendrá sus 55 votos muy contento, pero lo estará mucho más si gana los 29 de Florida, aunque la diferencia sea corta. Eso hace que los votos no valgan igual. Unos cuentan más. Los estados seguros para uno u otro dejarán un margen de mayoría numérica estimulante, pero irrelevante para el resultado final. Importa ganar estados: mejor más por poco que menos por más.

Estados Unidos lleva años con mayorías republicanas en sus cámaras, y cuatro en la presidencia, sin que haya más votos republicanos que demócratas en el país. Una minoría electoral global fija reglas, altera otras, pervierte reformas y genera monstruos (shit happens!). Hillary perdió en 2016 porque no supo jugar los estados en disputa; Trump, sí. Biden tendrá más votos personales que Trump, estoy seguro, pero debe reforzar los 29 electorales de Florida, los 20 de Pensilvania, los 18 de Ohio, 16 de Michigan y Georgia, 15 de Carolina del Norte, 11 de Arizona, 10 de Wisconsin y 6 de Iowa. Si pelea especialmente los primeros y gana, por ese orden, Florida, Pensilvania, Ohio y Michigan, estará hecho. Lamentarse por las reglas viciadas no gana elecciones, solo produce conferenciantes. Para que un día cualquiera todos aporten valor, el privilegio de los votos disputados concretos tiene que sumar en noviembre para laminar la trampa y al tramposo. Si no, ganará la suerte del trilero, porque el sistema pone, de oficio, los cubiletes y la bolita.

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