Madrid, paraíso fiscal

Pocos errores mayores que darle tanta cancha a las autonomías para modular los impuestos

Cuentan que en la época del Madrid de los galácticos un atribulado Florentino Pérez llamó a su despacho a su principal estrella Ronaldo (el gordo, no el modelo), harto al parecer de sus excesos en la ya de por sí excesiva noche de Madrid. Y dicen que el presidente, con esa voz aflautada del poder, le hizo un recomendación parecida a ésta: "Usted aprenda de su compañero Figo, un magnífico jugador y no sale de su casa", a lo que Ronaldo (el bueno) contestó con una sonrisa pícara: "Hombre, es que si yo tuviera la mujer de Figo, tampoco salía…".

El verano nos ha dejado nuevo gobierno de la Comunidad de Madrid, que no ha tardado ni un segundo en anunciar con toda la trompetería liberal una bajada de impuestos histórica. Su flamante presidenta, con esa pinta entre cool y estiradilla que gastan las nuevas novedades del PP (tiempo tendremos de hablar de Cayetana) se ha autoproclamado baluarte de la libertad, recriminando de paso a otras tierras menos pudientes su afición a mantener los impuestos altos. Si yo fuera el bueno de Juanma, le contestaría al estilo Ronaldo (el auténtico): "Hombre (mujer, perdón), si yo tuviera la capitalidad…".

La relación entre la gestión y la capacidad de financiación es una de las cosas peor resueltas de nuestro imperfecto estado compuesto. Pocos errores mayores que darle tanta cancha a las autonomías para modular los impuestos, en lugar de dedicarse a controlar los gastos y dejar en el tejado del Estado la capacidad de fijar los tributos, como ocurre en los estados federales más consolidados. Es muy español eso de aprovechar coyunturas estructurales e históricas para bajar los impuestos y atraer así a los inversores de las zonas vecinas (ya pasó con Sucesiones), redundando en la desigualdad de trato entre ciudadanos del mismo Estado. Otra suerte de populismo, éste en versión liberal y financiero, lo pinten como quieran.

Pero lo más gracioso del caso es que, apenas un cuarto de hora después del anuncio que copaba los titulares, la muy liberal presidenta pasaba a exigir al Estado central un dinero extra para atender la creciente deuda que al parecer acecha a su comunidad, en una peculiar interpretación de la corresponsabilidad fiscal entre el Estado central y las autonomías. Como no quiero que los míos paguen, que paguen los demás por ellos. Para llevar tan poco tiempo en el cargo, lo lista que nos ha salido la señora.

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