Dos. Creo que es la segunda vez que Madrid va por libre. Me explico. Por libre ha ido siempre, sin duda, y esa es una de las características más chulas que tiene. Yo no reprocho eso a Madrid. Me divierte y reconozco que a veces puede resultarme un poco hiriente, pero no lo reprocho porque ese estilo combativo, echao p'alante, imprime carácter. A lo que voy es que me parece que (a pesar de la extensión competencial de su Estatuto de Autonomía para convocar elecciones por su cuenta, que ya tienen todas) es la segunda vez que Madrid separa su agenda política del resto, que iban con municipales. La otra vez fue la de Aguirre tras el tamayazo. Todo el teatro libre para gurús.

Que Ayuso haya convocado elecciones anticipadas por la amenaza de desestabilización promovida teóricamente por Ciudadanos (cosa que no se daba, pero da igual porque ocurrió hace ya muchísimo) pilla a todo el mundo con el pie cambiado y sitúa la campaña de Madrid en el centro de la política española, otorgándole un hiper-protagonismo en cuestión de días en la escena nacional. Miguel Ángel Rodríguez (que es como Iván Redondo, pero con barba y menos retranca; menos snob, vaya) es un experto en fabricar liderazgos de poca cosa. O tiene un ojo sublime que le permite ver virtudes de estadista donde el resto vemos naderías o tiene la suerte de saber cuándo se despejan los caminos para llegar arriba, dado el nivelón del patio. Aznar, tótem inequívoco de la derecha patria, era el presidente de Castilla y León, soso, serio y formal (perdón, que hoy no toca), y luego 1) fue alternativa; 2) formó gobierno; y 3) arrasó. Es verdad que Aznar también tuvo a Arriola, que son otros Pérez mucho más sólidos, pero es poco probable que alguien más que MAR creyera tanto en su producto cuando todo empezó (ya digo, como Redondo, pero menos snob).

Ayuso es un volcán imprevisible y no es sosa ni seria ni formal, pero va a pasar de 30 diputados y ser segunda fuerza en Madrid a ganar, más que duplicar sus escaños con seguridad, eso son más de 60, y a aproximarse, si no lo consigue sola (otro día diré de la comparsa peligrosa de Vox), a los 69 que le darían la libertad que busca en sus carteles. Sé que ganar las elecciones no garantiza el gobierno, aunque debería hacerlo en mi opinión, pero no puedo evitar sonrojarme al comprobar que la estrategia de esta izquierda de ahora, adormecida en los laureles de la complacencia que impone Redondo, no pase por ganar sino por poder sumar porque Ayuso no llegue. O sea, asumir que se les va a mear encima, pero aspirar a decir que llueve.

Con todo, cabe que toquen pelo si dan los números, que no creo, pero digo yo que alguien alguna vez podría preguntarse cómo es posible, siendo tan bueno el tal Iván, cosechar tan poco apoyo contra una figura endeble y errática, que las dos cosas es. Si gobierna, Superwoman. Y puede que, en todo caso, candidata. Es el más grande.

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