La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Llorens, 26 de enero de 1935

Con este recuerdo de que la música brasileña no empezó en los 60 homenajeo a los Artacho y Llorens

El 26 de enero de 1935. La prensa informa que el representante en España de Radio Films ha llegado a Sevilla para cerrar un acuerdo de distribución en exclusiva de sus películas: “A requerimiento del Sr. Artacho, el inteligente empresario del teatro sevillano, dispuesto siempre a realizar los mayores esfuerzos en favor de la afición al cine, la Radio (…) ha decidido conceder al Llorens la exclusiva de dieciséis films de insuperable belleza… [Entre ellos] este soberbio alarde representado por Volando a Río de Janeiro”, de fuerte y bien logrado ambiente brasileño, cuyo estreno va a celebrarse hoy en el teatro de la calle Rioja”. Se efectuó una proyección privada el día 25 tras la que “los espectadores fueron cordialmente agasajados con jerez, pasta y habanos” y el 26 se estrenó el “vermouth extraordinario”. A los pocos días no había en Sevilla sala de fiesta o salón de baile, con la parrilla del Cristina en cabeza, en las que no se bailara El Carioca que Fred y Ginger bailaban en la película.

¿Y esto a qué viene? Además de volver a recordar la placa que Sevilla debe a don Vicente Llorens y a don Fernando Artacho y Llorens en la calle Sierpes, me ha llamado la atención que muchas informaciones tras la muerte de la gran y dulce Astrud Gilberto le adjudicaran el boom de la música brasileña en el mundo. ¡Qué corta memoria! Ya sea en su pureza desde Brasil o en su versión neoyorquina y hollywoodiense la música brasileña, como parte del boom de la música latina, triunfaba en todo el mundo desde los años 30.

El mismo 1933 en que se rodaba Volando a Río de Janeiro el Waldorf Astoria contrataba a Xavier Cugat para que llenara su salón de baile de “música tropical” –rumba, tango, milonga, danzón, bolero, mambo, choro, samba– importada a Nueva York a principios de la década por el cubano Don Azpiazu y la Orquesta del Casino de la Habana, y progresivamente fundida con la canción moderna americana influenciada por el jazz. En los años 40 el inmenso éxito internacional de Carmen Miranda la convirtió en la estrella mejor pagada de Hollywood. En los años 50, ahora desde el propio Brasil, triunfaron en todo el mundo las canciones Muhler rendeira y Sodade, Meu Bem, sodade de la película O’ Cangaceiro, y aún más las extraordinarias Manha de carnaval de Luis Bonfa y A felicidade de Antonio Carlos Jobim de Orfeo negro. Rabitos de pasa. No todo empezó en los años 60.

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