Alto y claro
José Antonio Carrizosa
El desencanto
En tránsito
Anadie se le ocurriría dejar las urgencias hospitalarias en manos de los técnicos de laboratorio. Un buen analista no puede ser un buen cirujano, y eso lo sabe cualquiera que tenga dos dedos de frente. Ahora bien, en materias de enseñanza son los técnicos de laboratorio -es decir, los pedagogos- quienes se ocupan de las anginas de pecho y de los politraumatismos. Es un hecho tan absurdo como peligroso, pero cualquiera que conozca el estado real de la enseñanza andaluza (y española) sabrá que es cierto. Y por desgracia los pedagogos no están solos en su tarea. Junto a ellos trabaja un ejército infatigable de burócratas y políticos que no han puesto los pies en un aula, pero que se creen los únicos autorizados a intervenir en el diseño curricular de los programas educativos. Y uso el horrible neologismo "diseño curricular" porque no hay un solo pedagogo (ni un solo poeta moderno, dicho sea de paso) que no sienta una fascinación incurable por la jerga incomprensible.
Desde la LOGSE de 1991, la educación española se ha dedicado a construir la casa por el tejado. Los alumnos no aprenden a leer divirtiéndose con tebeos (o con letras de hip-hop), sino que se les obliga a estudiar en el mismo lenguaje momificado que usan los pedagogos y los sindicalistas. Los niños no saben expresar con sencillez un sentimiento o una idea, ni aprenden a describir lo que ven (una calle, un compañero de clase). Tampoco se les enseña a asimilar lo que leen para que puedan sacar algo en claro. Nada de eso. Se les enseña filología (un coñazo) o análisis lingüístico (otro coñazo), porque a nadie se le ha ocurrido que las letras de los raperos Haze o Mala Rodríguez son mucho más útiles para los alumnos de ESO que toda la teoría de los monemas y los lexemas. En vez de leer a Lope de Vega, los alumnos de ESO deberían leer tebeos del Corto Maltés. Y en vez de estudiar "Conocimientos del Medio", los niños de Primaria deberían aprender a leer y a escribir disfrutando de la lectura. Si no, vamos de cabeza al desastre educativo.
Un profesor en un instituto de secundaria le preguntó a una chica de 4º de ESO qué iba a hacer cuando dejara el instituto sin preparación alguna. "Yo lo tengo muy claro: limpiar escaleras y follar con mi novio", le contestó la chica. El Estado -es decir, el contribuyente- se ha gastado mucho dinero en esa chica de 4º de ESO a la que sólo le interesa limpiar escaleras e "interrelacionarse de forma afectivo-sexual" con su novio (lo diremos como lo diría un pedagogo). Alguien debería enseñarle a esta chica que algún día se cansará de su novio, o él de ella, y que entonces sólo le quedarán las escaleras. O los "tramos ascensionales pedestres", si preferimos decirlo con el nítido lenguaje de los pedagogos.
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