Quizás no te guste que te llame así en abierto. Qué le vamos a hacer, son cosas que tienes que soportar. Sé que ya eres mayor (más de lo que creo, menos de lo que crees) pero no puedo remediar que la cabeza y las manos y la boca se me vayan a pensarte, a escribirte, a llamarte como siempre suelo, Lauripondia. Piensa que podría ser peor, simplemente Lauri. Añadirle Pondia le da un toque más universal. Y es que creo que ha llegado la hora de que te explique qué significa eso. De regalo.

Mira, para mí tú eres una experiencia. Lo has sido siempre, desde el comienzo. Cuando naciste, tuve contigo la primera de amor inmediato de mi vida. Luego la he repetido, pero contigo fue la primera. Supe desde el primer momento lo que iba a significar tenerte, cuidarte, quererte, aunque en ese instante no abarcase todo lo que entrañaba esa vocación. O sea, no sé cómo decirte, a ver, "en plan" algo que sabes que va a ser así siempre pero no pillas bien cómo lo vas a ir haciendo. Luego creciste. De tus interminables charlas iniciales, salpicadas de enérgicos pero indescifrables "bla-blu" hacia tus manos o cualquier cosa que se meneara, personas incluidas, hasta corretear tras una pelota -"po" en tu mundo-, pasando por las "zetas" divertidas y algo mandonas del "inzolente perro". Ha llovido ya, Laura.

Más tarde, una muchachilla despierta empezó a explorar lo que descubría a su alrededor. Fueron los tiempos de las tiendas de indios, de las casas de hormigas, de las historias imposibles en que implicabas a todos, de los telediarios narrados a tu manera, de las poses de fotografía ante cualquier cámara, real o imaginaria, de cuando cualquier gusto tuyo temporal era lo mejor, mejor del mundo, para siempre, siempre jamás, de casi toda Europa de la mano. Y, sí, también de tirar cualquier lineal de productos en cualquier supermercado del mundo a la mínima de cambio.

Ahora una mujer joven se presenta al planeta, montada en su espiral frenética. No podía ser de otra manera. Es el momento de las convicciones, de la afirmación, de la reivindicación propia. Es normal. Da un poco igual lo que te diga porque al final tú lo dirás igual. Es tu proceso y, como todo en ti, tiene que ser así, rotundo, original, frontal. Radicalmente propio. Pero seguiré diciéndote calma.

Lauripondia es todo eso. Eres Laura, pero, si solo te llamo así, te acorto. No te engloba. Lauripondia eres tú y tu mundo. Lo que te digo: Laura es una hija mía, pero Lauripondia es un mundo de experiencias con mi hija. Así que ahora que nadie escucha, Lauri, Lauripondia, a cuatro mil cuatrocientos noventa y cinco kilómetros, dieciocho años después, quiero darte las gracias por ofrecerme esa primera experiencia de amor inmediato. Te quiero, querida hija. Imaginar que estás diciendo ahora "y yo, querido padre" es la bomba. Eso lo hace Lauri. Pondia lo convierte en eterno.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios