TZVETAN Todorov analiza en el ensayo Insumisos (Galaxia Gutenberg) el valor de la resistencia ética. Considera admirables los personajes reunidos (Etty Hillesum, Germaine Tillion, Borís Pasternak, Aleksandr Solzhenitsyn, Nelson Mandela, Malcolm X, David Shulman, Edward Snowden) por su renuncia, en situaciones extremas, a someterse tanto a la amenaza externa como a sus propios fantasmas (o sea los impulsos de odio y venganza, la ira, la pulsión violenta). El filósofo identifica en su máximo grado de virtud una insumisión que en los casos estudiados adquiere distintas formas y matices a partir de la conciliación de exigencia moral y acción pública. En el espacio público la agresión es siempre la peor respuesta, defiende el pensador, que creció en la Bulgaria comunista.

El caso de Hillesum, la joven judía holandesa enamorada decisivamente de Julius Spier y su método de cura analítica, es extremo por su hostilidad a la acción política. Hasta muy tarde no admitirá la utilidad de la lucha armada contra el represor. Las exigencias espirituales canalizan una disidencia revestida de un singular barniz de algo parecido a la santidad laica. Su compromiso excluye la beligerancia y su pelea es de orden interno: la búsqueda de una coordenada de armonía, de aceptación radical de la vida, incluso de lo atroz. Escritora de diarios y cartas, en uno de sus últimos mensajes, antes de la deportación definitiva, anota: "¿Me esperaréis?". Murió en Auschwitz poco tiempo después, dos meses más tarde que sus padres, que no sobrevivieron al primer día, probablemente gaseados.

Hay un giro humanizador en algunas de las biografías diseccionadas que encauza al personaje y que para Todorov es determinante: en Malcolm X, la profundización en el conocimiento del islam; en Mandela, el descubrimiento de un matiz de humanidad en los vigilantes. Tillion se convence de que el odio al enemigo es una forma de cautiverio. La disidencia tiene que ver con el amor a una verdad, con un trabajo de aproximación y defensa, de crecimiento intelectual que adquiere su máxima legitimación en el acorde de la ética. La utilidad de la insumisión a partir del lenguaje y la estrategia elegidos da para otro análisis, pero Todorov insiste en que, si no es constructiva, la rebeldía acaba enredada en la lógica de las represalias, de la que tantos ejemplos recientes y antiguos ha conocido el mundo.

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