La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Incorruptible

SE le atribuye al periodista de Diario de Cádiz Bartolomé Llompart, fallecido en los lejanos 80, la definición del carnaval como una especie de "periodismo cantado". Tal etiqueta tuvo éxito y se ha usado a menudo para mostrar las evidentes concomitancias que existen entre las tradición carnavalera y el periodismo cuando se ejercen con verdad, con valentía y con rigor. Porque ambos tienen por misión lo mismo: iluminar las zonas oscuras de la sociedad, dar luz, denunciar los abusos del poderoso y defender al débil y al desprotegido. Cada ámbito con sus herramientas, pero con cierto aire de familia en su utilidad social. Tal parentela, por cierto, la ha unido de forma estupenda este año la comparsa La Incorruptible, que con un tipo muy trabajado de periodistas ha sido una de las grandes revelaciones del concurso del Gran Teatro, donde ha obtenido el primer premio provincial. No pasa el oficio al que uno pertenece por el mejor momento, acuciado por una crisis estructural que viene de largo y castigado por el mal ejemplo de profesionales que incumplen con su cometido, así que guiños como el de estos finos carnavaleros llegados de Pozoblanco estimula y conmueve. Lo mismo, claro, que ese peliculón titulado Spotlight, todavía en cartelera y que relata la labor de los periodistas del Boston Globe que a comienzos de este siglo destaparon los casos de abusos sexuales de sacerdotes a niños en Massachusetts. Filme duro para cualquier católico por el drama que relata, pero ya dijo Jesucristo que la verdad nos haría libres, y así es por dolorosa que parezca y aunque el cuerpo, que por instinto se protege de lo que le incomoda, nos pida darle la espalda y no creerla. Porque de eso trata el periodismo, de tropezar en la oscuridad a menudo para de vez en cuando dar luz sobre la inasible realidad de un tiempo, de hacer ver lo que no se quiere ver. También el carnaval a su modo, claro. Y el cine, aunque sus menesteres sean más amplios. Que una comparsa y una película nos recuerden eso, cada una desde su dimensión, es importante, diría que necesario. Y más en tiempos donde cunde la mirada sectaria que manipula la realidad, la incertidumbre que todo lo pudre, los intereses espurios con los que hasta lo más noble se enmohece y gangrena. Incorruptible es un adjetivo glorioso que sólo se logra si a algo se renuncia, pues tiene que existir la tentación. Pero vale la pena perseguirlo porque lo que anda en juego no es cosa baladí. Anda en juego el honor, la dignidad.

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