Decía Ortega en su ensayo Mirabeau o el político que "se viene al mundo para hacer política o para hacer definiciones", distinguiendo entre el gran político y el hombre de acción. "Todo gran político es un hombre de acción, más no todo hombre de acción es un gran político".

Pues ahí está la cuestión: hombre de acción o gran político, truco o trato. Lenguaraz o líder, truco o trato. Despertar demonios emocionales sin racionalidad o la defensa de la justa e investigada Memoria Histórica. Truco o trato. Justicia independiente o justicia a la medida. Libertad de expresión o defensa de sentimientos religiosos. Trato o truco.

Cuando se argumenta desde la crispación y el rencor, me gusta pensar que sólo se está operando desde cierta pereza mental, por lo tanto, sería improcedente convertir estos comportamientos, tan inútiles para la política como perjudiciales para el intelecto, en una especie de bálsamo de Fierabrás, que soluciona y simplifica todo cubriendo como una mancha de aceite el pensamiento político de muchos y muchas.

En política hay que elegir también entre truco: hombres de acción que olvidan que el Estado -entendido como Gobierno- es un instrumento al servicio de la ciudadanía; o trato: líderes que además de poseer fortaleza, poseen intelecto y por lo tanto hacen Política.

Ortega llama a la intelectualidad del político, intuición histórica y si ésta es acompañada de fruición intelectual, será mucho más refinada su capacidad. Para no ser únicamente un torbellino de fuerza, será necesaria la racionalidad, la cual dará sentido a las decisiones y actos del político.

La grandeza política comprende dos flancos, eficacia y genio. Por lo que para no ser únicamente un político de ficción, se requerirá de ideas e intelecto y no exclusivamente de porte, aspecto y fortaleza interna.

Es necesario que nos diferenciemos ideológicamente y marcar determinadas líneas rojas, para evitar el peligro de saciedad de los ciudadanos. Sería bueno no olvidar que el pensamiento de izquierda, aunque pueda estar viviendo una transitoria situación de incertidumbre, es un instrumento válido de pensamiento y de acción y debe seguir siéndolo en el futuro.

No necesitamos líderes de pura acción, tampoco líderes netamente intelectuales, más bien deberán surgir grandes políticos. El Partido Socialista tiene una nueva oportunidad para demostrar que es capaz de retomar la sabiduría y olvidar la improvisación. Sólo así podrá conseguir que los desprotegidos vean en el socialismo la capacidad para cristalizar un proyecto fuerte y transformador.

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