Desde la ribera

Luis J. Pérez-Bustamante

Ideas felices cogidas al vuelo

HE de reconocer que después de cinco años como director de este periódico pocas cosas me sorprenden ya en cuanto a proyectos de esta ciudad. Pasado este tiempo, uno considera ya normal que para poner la primera piedra de cualquier infraestructura deba pasar antes un lustro y que para consensuar cualquier carretera haya que consultar hasta al último mirlo peregrino que anida dos calles más a la derecha. Son cosas de la idiosincrasia de esta ciudad a las que uno se hace aunque sólo sea para no caer en la mayor de las desesperanzas. Sin embargo, debo admitir que en estos cinco años ha habido proyectos que realmente me han cautivado y por los que siento una predilección especial, sobre todo porque pese a su carácter innovador no han logrado salir adelante. Es por ello que tengo una gran sensación de tristeza al comprobar cómo para sacar adelante el palacete del Sur han caído en el olvido infraestructuras llamadas a mejorar la calidad de vida de los cordobeses tales como el pescódromo -gran hallazgo-, la playa del Guadalquivir -no tengo palabras en estos tiempos de calor- o el Hombre-río -unos cientos de miles de euros que se llevó la corriente. Sin embargo, reconozco que en esta semana he recuperado la fe en la capacidad creativa de esta ciudad. Nuestra nunca bien ponderada edil de Presidencia, Rosa Candelario, se ha sacado de la manga ahora poner un avión en el Plan Renfe. Sí, han oído bien, un avión. Al principio pensé que se debía al retraso en la puesta en marcha del aeropuerto, que se está ampliando pero siempre le tenemos la precaución. Luego reflexioné y dije: "No debe ser por que esta mujer ha pensado en el futuro consorcio metropolitano de transportes; pongamos un avión en el Plan Renfe, un tren en el aeródromo y una bicicleta en la estación de autobuses y así demostramos lo intermodales que somos". Pero no, eso no. Resulta que vamos a poner un avión en el Pretorio para convertirlo en una sala de exposiciones en la que mostrar lo a la última que estamos. Lo situamos allí, que no estorba y llena además un espacio que da pena de tan vacío que está, lo convertimos en un contenedor de arte -que esto está muy de moda- y nos llevamos allí a los coles para que los nenes aprendan desde pequeños lo que es el arte. No hay que preocuparse del calor, que para eso los aviones tienen aire acondicionado y además nos ahorramos la tripulación porque eso no va a salir volando. A lo mejor hay que mejorar los servicios, que en los aviones son muy estrechos y no hay quien se rebulla, pero con un poco de chapa y pintura somos los más modernos del mundo. Y es que a veces, cuando nos da por pensar echamos la imaginación a volar y se nos planta en un vuelo charter hacia ninguna parte.

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