Huesos

La búsqueda de los 'desaparecidos' es una deuda moral que atañe e interpela al país en su conjunto

Incluso los huesos de los remotos antepasados del Neolítico, restos de hombres o mujeres de los que apenas sabemos nada, salvo los datos que aporta el análisis de los huesos mismos o de los objetos que se encuentran junto a ellos, inspiran un respeto sagrado. Sobrecogen cuando aparecen en los yacimientos arqueológicos o se exhiben en los gabinetes científicos y médicos -donde no por capricho los esqueletos reales han venido siendo sustituidos por réplicas- o las urnas de los museos, materia ya inanimada pero no del todo desprovista de humanidad. La tragedia griega y muchos otros testimonios del arte y la literatura universal documentan la veneración debida a esos restos y el honorable reposo que merecen, así sean de personajes ilustres o de los más humildes, igualados, como en las danzas macabras bajomedievales o en los bodegones del Barroco, por la muerte que nos aguarda a todos sin distinción de rango. La Historia, a veces, se asemeja a los relatos truculentos. Y también a veces, las generaciones posteriores pueden hasta cierto punto remediar, ya que no los crímenes, las injusticias de las que hay memoria reciente. Es desde luego discutible la oportunidad de resucitar la atmósfera de enconado enfrentamiento que llevó a España al desastre, pero la tardía iniciativa del Estado para localizar e identificar los restos de los miles de víctimas de la represión franquista que yacen en fosas, desmontes o cunetas no puede suscitar otra cosa que adhesión y respeto, por los propios muertos y por sus familiares y descendientes. Todas las personas asesinadas -todas- lo merecen al margen de su ideología. Y cabe recordar una vez más que las víctimas del otro bando -que también se llevó por delante muchas vidas inocentes- ya fueron honradas y reconocidas durante la dictadura. Los relatos tendenciosos o simplistas de la Guerra Civil deben ser contrastados con los datos aportados por los historiadores solventes e incluso si son abordados con rigor estarán siempre sujetos -no existe una única verdad, rastreable en comisiones formadas por cuotas- a perspectivas de interpretación que van más allá de los hechos, pero la búsqueda de los 'desaparecidos' es una deuda moral que atañe e interpela a los españoles en su conjunto. Se trata de una reparación obligada que no admite oposición ni debería ser, a estas alturas, objeto de debate político, pues sólo desde una visión despiadada e inhumana se les puede negar el derecho a un enterramiento digno. Los que desprecian o ridiculizan, en fin, a quienes han asumido esta tarea pendiente, se retratan a sí mismos no como valientes oradores sin complejos, sino como verdaderos bárbaros sin escrúpulos.

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