Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Historia

Intentar anular la Historia para convertirla en memoria es un desvarío que no presagia nada bueno

Ocurrió hace un mes poco más o menos. Pedro Sánchez, tras un largo silencio navideño, volvió a la escena pública y se puso a hablar de los temas por los que se supone que los ciudadanos deben juzgar a sus políticos. Así, hizo una propuesta altamente discutible sobre un impuesto finalista a la banca para financiar las pensiones y unos días después, en un acto organizado por este periódico, cogió el testigo de Susana Díaz y pidió que las matrículas universitarias fueran gratuitas. Pensiones y educación, quizás los dos mayores problemas que tiene planteados España en el corto plazo. Y propuestas concretas desde las que juzgar la deriva de un partido, el principal de la oposición por cierto, que da muestras alarmantes de no saber encontrar su sitio.

Pero dura poco la alegría en la casa del pobre. Quizás porque parir ideas en la calle de Ferraz sea especialmente complicado, quizás porque su única obsesión sea quitarle al encogido Pablo Iglesias los pocos apoyos radicales que le van quedando, lo cierto es que el líder del PSOE ha decidido volver por donde solía y le ha dado otra vuelta de tuerca -¿cuántas van ya?- a la tan traída y tan llevada, sin que lleve a ningún sitio, memoria histórica y, de paso, a una de sus obsesiones particulares: sacar a Franco del Valle de los Caídos. Teniendo en cuenta que va para ochenta años que el dictador firmó en Burgos el parte final de la Guerra Civil y que ya lleva más de cuarenta bajo una losa de mármol de cinco mil kilos en Cuelgamuros, volver a remover los odios fratricidas que ensangrentaron en siglo XX español e intenta reescribir la Historia en base a medidas coercitivas es, se mire por donde se mire, un disparate.

Porque no se trata de dignificar el recuerdo de las víctimas ni de rescatar de las cunetas a los fusilados en los años del terror, lo que no sólo es comprensible sino la reparación de una injusticia insoportable. Se trata de un intento maniqueo de confundir la Historia con la memoria para darle la vuelta. La Historia, así en mayúsculas, es posiblemente la ciencia social más importante a la hora de comprender una realidad y proyectarla hacia el futuro. La memoria es el recuerdo personal, trufado por cientos de factores particulares, de un momento de esa Historia. En España afortunadamente, llevamos ya casi medio siglo en el que la Historia se puede escribir con criterios científicos y en libertad. Hoy tenemos elementos sobrados para saber qué representó la guerra y la represión. Intentar anular la Historia para convertirla en memoria es, sencillamente, un desvarío que no presagia nada bueno.

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