Su nombre es Harry, tiene ocho años, vive en Liverpool (Inglaterra) y nació con la espina bífida. Para quien desconozca de qué se trata esta patología, el pequeño sufre una anomalía en la columna vertebral que le provoca problemas en el sistema nervioso impidiendo que este actúe con normalidad y manteniéndolo en una silla de ruedas. Aunque Harry vive a cientos de kilómetros de Madrid y su padre se declara fanático de los de Anfield Road, de esos que cantan a grito pelado cada vez que el equipo Red salta a su estadio el You Never Walk Alone -himno del Liverpool-, el pequeño tiene una gran pasión muy clara y distinta en esto del balompié: su Atleti. Lo demuestra enfundándose la equipación colchonera cada vez que realiza sus sesiones de rehabilitación agarrado a sus andadores mientras derrocha todo el "coraje y corazón" del mundo, como defiende, con el objetivo de engañar a su enfermedad y escapar de esa silla de ruedas. Harry se recupera día a día de esa patología, y si algo le levanta ese coraje para luchar contra ella es la camiseta y los colores de su Atleti, sintiéndolos como si fuera su piel. El padre del pequeño colgó en las redes sociales imágenes de esas sesiones de rehabilitación de su hijo con la elástica rojiblanca, imágenes que dieron la vuelta al mundo y, tras visionarlas, el club tuvo el detalle de invitar a Harry a vivir un partido en el Metropolitano, el Atlético de Madrid-Barcelona del 1 de diciembre.

Tal y como se puede visionar en un emotivo vídeo que ha colgado el club en su página web y que también circula por internet, Harry hizo realidad su sueño, un sueño que vivió con una cara inocente constante mezcla de sorpresa y alegría. Tuvo la oportunidad de, sobre su silla de ruedas y a pie de césped, ver a los jugadores durante el calentamiento previo al partido, rivalizar con su padre bufanda en alto en lo que a cantar a grito pelado el himno del equipo se refiere mientras todo el campo coreaba el Yo me voy al Manzanares...conocer tras el partido a la plantilla, saludar uno a uno a los jugadores y recibir de manos de su compatriota, el lateral derecho del equipo Kieran Trippier, la camiseta con el número 23 con la que éste se había enfrentado a los catalanes. El pequeño jamás olvidará ese sueño hecho realidad. Tras visionar esas emotivas imágenes insisto en que en estos días que corren en los que el fútbol se ha convertido en un negocio en todos los sentidos, un negocio, eso sí, que por mucho negocio que sea nunca podrá con el sentimiento y la pasión de niños como Harry, me quedo con historias como la de este pequeño inglés. Historias que demuestran ese sentimiento y esa pasión tan pura que van mucho más allá de ese deporte al que hace ya mucho tiempo unos compatriotas suyos bautizaron como balompié, un sentimiento y una pasión que están en las antípodas de ese capitalismo que ha desvirtuado al fútbol y que por mucho que se empeñe jamás podrá ni siquiera empañarlos.

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