Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Habaneras

Alejo Carpentier exportó la Revolución Francesa en 'El Siglo de las Luces' y Fidel importó la Revolución Rusa

Fidel Castro le enmendó la plana a Alejo Carpentier. Si Victor Hughes decide exportar la Revolución Francesa al Caribe en El Siglo de las Luces, sin más atributos que la guillotina como icono thermidoriano, el Comandante decidió importar la Revolución Rusa. Le han faltado unos días para entrar en los fastos de su centenario. Más papista que el Papa, quiso seguir siendo soviético cuando Gorbachov desmembró la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Los experimentos, con gaseosa. Medio país se fue al exilio. Se hartó del otro medio, se diría parafraseando el apocalíptico epitafio de Larra.

Acabó con la dictadura de Batista en 1959, el año que Bahamontes gana el Tour de Francia y Severo Ochoa el Nobel de Medicina. Ese año visitó España Ike Eisenhower rompiendo el bloqueo de la autarquía. Como España tuvo en Cuba a la última de sus colonias, que la perdió en guerra contra los Estados Unidos, Franco también hizo su particular revolución rusa con ministros del Opus Dei. Los dos dictadores gallegos, uno de cuna, otro de ascendencia, tenían un punto de innovación, de regatear las zancadillas del destino. Haz y envés del Tirano Banderas de Valle.

Conozco a los arquitectos que hicieron la Plaza de Cuba y el pabellón de Cuba de la Expo 92. El primero se llama Luis Díaz del Río, nació en un pueblo de Huesca y tiene más años que Fidel Castro. El segundo es José Ramón Moreno, compostelano de nacimiento. Llegó a Sevilla en 1959, el año de la revolución cubana, rehabilitó el malecón de La Habana y conoció a Fidel Castro en persona el día que el líder cubano decidió dejar de fumar, adicción con la que bromeaba en una entrevista que le hizo Fernando Quiñones. El arquitecto tiene un hijo músico que se llama Fidel.

Cuando Fidel visitó la Expo, redujeron el tamaño de los mojitos en el pabellón que acabó en dependencias de la ITV. La Habana tiene un teatro Karl Marx donde en septiembre de 1989 el cantautor adicto Silvio Rodríguez les soltó a los pobres estudiantes que iban con Miguel de la Cuadra Salcedo una monserga sobre la conquista. Cuba es la verificación empírica del realismo mágico: una Siberia en Copacabana. Por eso le tenía tanto apego Fidel Castro a su amigo Gabriel García Márquez, su perro faldero en maldad de Zoe Valdés. Estuve en La Habana un día y muchos más recorriendo sus calles en Paradiso, la novela de Lezama Lima con la que perdí el miedo a volar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios