Guerra sin gloria

Ésta será una guerra muy difícil, pues todas las acciones llamativas e impactantes serán del enemigo

Durante el partido del Madrid con la Juve alguien comentó que el estadio de Cardiff había sido cubierto por temor a un sofisticado ataque terrorista con drones. Pocos minutos después, tres tipos armados con cuchillos de cocina ponían Londres patas arriba y lo sumían en un baño de sangre infiel que, las cosas como son, ya no ha provocado el estupor e incredulidad generales de los primeros atentados en suelo europeo. A la estupefacción y los peluches ha sucedido un estado de resignación y de sordo temor que sólo espera, como esa misma noche en Turín, de alguna nimiedad para convertirse en pánico colectivo.

Una singular característica de la reacción ante el terrorismo actual en Europa es la ausencia de respuesta espontánea por parte de la población contra los grupos cómplices o asociados con la autoría. No hace tanto, las masas reaccionaban con terrible ira y violencia contra aquéllos a quienes se suponía responsables de atentados o traiciones. Los pogromos antijudíos, la caza de brujas, las matanzas de frailes y curas no son episodios excesivamente lejanos y, sin embargo, siguen pareciéndonos muy remotos, apenas imaginables incluso en las presentes circunstancias. Es algo de lo que debemos felicitarnos y, sin duda, sentirnos orgullosos, pues está en relación directa con la educación emocional y cívica de nuestros países, pero no deberíamos dar por supuesto que se mantendrá siempre.

Una condición esencial para que las gentes puedan sobrellevar con alguna paciencia los ataques, las matanzas y el miedo es la convicción de que las autoridades hacen algo para prevenirlos y castigar a los autores. Por eso es tan necesario, además de por prioritarias razones de seguridad y justicia, que los políticos den muestras de haber comprendido el inmenso problema a que nos enfrentamos y la carga que ha caído sobre ellos. Ésta será una guerra larga y muy difícil, pues todas las acciones llamativas e impactantes serán del enemigo. La guerra contra el terrorismo islamista se ganará no con demagogia o buenismo sino con información, operaciones policiales, molestas medidas preventivas, expulsiones, eliminación de santuarios, control extremo sobre grupos de riesgo... Actuaciones que, al contrario que las islamistas, no serán nunca primera noticia y sólo dan fruto a la larga, mientras irá creciendo la lista de víctimas inocentes, que ya se cuentan por cientos, y el rosario de ciudades heridas. Nos esperan años muy duros en una guerra sin gloria que no podemos perder.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios