Editorial

Guerra abierta en Oriente Próximo

EL lanzamiento de cohetes por parte de Hamas desde su feudo de Gaza contra territorio israelí ha degenerado en una guerra abierta en Palestina que amenaza con extenderse por todo Oriente Próximo. La respuesta del Gobierno israelí, que se encuentra en vísperas de elecciones, ha sido certera y brutal. Más de 340 víctimas mortales habían sido contabilizadas ayer tarde en una zona superpoblada cuyos habitantes se mueven entre la miseria y la desesperación. Es el caldo de cultivo adecuado para asegurar el liderazgo de la organización terrorista Hamas, enfrentada a la propia Autoridad Nacional Palestina, más inclinada a encontrar una solución pacífica a un conflicto que dura ya sesenta años. Precisamente la respuesta de Israel, que probablemente desemboque en una ocupación militar de Gaza, contribuirá a endurecer aún más las posiciones y promoverá la agitación antijudía en toda la zona. Ya los islamistas de Hezbolá en Líbano han llamado a una nueva intifada en el mundo árabe, mientras se baten en retirada los partidarios de una salida pactada que conlleve el reconocimiento del Estado de Israel y la construcción de un Estado palestino que conviva con aquél. Este sueño de tantas mesas y procesos de paz fracasados queda otra vez en entredicho, como siempre que hablan los cañones. La comunidad internacional vuelve a mostrarse impotente ante esta crisis en la que el odio y la intransigencia impiden que en uno y otro lado se impongan los elementos pacificadores: apenas un llamamiento, desoído, de la ONU, de la UE y de Estados Unidos a que cesen las hostilidades y se pueda contener la catástrofe humanitaria que se cierne sobre Gaza, así como el fin de las agresiones de Hamas a los israelíes, que se intensificaron en cuanto concluyó la tregua que durante seis meses alimentó, una vez más, la ilusión de que la paz es posible también allí. Lo evidente es que la paz sí es necesaria, imprescindible, para acabar con el sufrimiento de tantas generaciones de judíos y árabes que no se merecen vivir dentro de una tragedia continua. Hay que insistir, pues, y presionar en todas las direcciones para que se abra una mínima esperanza de paz y progreso para Oriente Próximo.

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