Vista aérea

Salvador Gutiérrez Solís

Goteras

LA gotera es el triunfo de la lluvia, y también es la derrota del hombre: lo que construye es imperfecto. Varios días de intensas lluvias, como los que durante esta pasada semana hemos tenido, consiguen alterar y, a veces, destruir el trabajo del hombre. Trabajo que, en muchísimas ocasiones, suele ser imperfecto, o ineficaz o endeble, como se quiera decir. Soy consciente de la repetición. El otro día, mientras trabajaba, para mi sorpresa, una gota de agua se alojó en mi coronilla. Y después otra, y otra, y otra, en pocos minutos un diminuto pero veloz río se dirigió hacia la puerta, tal vez buscando el ascensor, deseoso de llegar cuanto antes a la calle. El agua acumulada en el techo, buscando una vía de escape, comenzó a fabricar una grieta en el techo. Una placa de escayola no tardó en ceder y hubo que romperla antes de que el agua se expandiera en nuevas direcciones. Dos leves golpes de martillo bastaron. Cayó más agua, y barro, y cascotes de ladrillo, y trozos de cable y hasta un papel arrugado, que tal vez albergaba un secreto inconfesable, escondido en las entrañas del edificio, lejos de los curiosos y del olvido. Sólo era una factura, tornillos y tuercas, el papel arrugado. Tras la riada doméstica, el operario se quedó mirando el hueco abierto en el techo: "Hay que esperar a que deje de llover, con todo esto mojado no se puede hacer nada", y se fue. Una vez solo, y en semejante postura y posición que el operario, fui yo el que pasé unos minutos mirando el hueco abierto en el techo: la gotera permanecía activa, aunque ya no debía de sortear obstáculos para llegar al suelo. Docenas de cables de diferentes colores y tamaños se descolgaban, una viga rojiza, con el mismo aspecto del puente que nos dejó Mellado, sujetaba placas de hormigón. Con sólo quitar una plancha de escayola pude contemplar las entrañas del edificio, y comprobar que vivimos en espacios abruptos, feos, irregulares en su construcción, aunque perfecta y débilmente maquillados por pinturas, falsos tabiques y demás.

Con frecuencia, la imagen de las goteras físicas, las que provoca la lluvia, se puede trasladar a los diferentes ámbitos y espacios que guardan relación con nuestras vidas. Y así hay familias o matrimonios con goteras, dicen que en cada casa hay un muerto en el armario -oloroso o embalsamado, según-, empresas con goteras, el debe y el haber raramente coinciden o instituciones públicas o políticas con goteras, cimentadas sobre falsas e interesadas alianzas o hermandades, y que cualquier acumulación repentina de agua, producto de una jornada o acción de copiosa lluvia, puede dejar a la vista las goteras y hasta los agujeros en el techo. Rosa Aguilar e Izquierda Unida, o el PCE, mantienen en Córdoba desde hace años una relación de lluvia-gotera, sin ponerse de acuerdo quién es la lluvia y quién la gotera, aunque en determinadas ocasiones tienden a representar los dos papeles, que, si bien es complicado, también es posible. De cuando en cuando, Izquierda Unida (o el PCE o lo que sea) y Rosa Aguilar se ponen más o menos de acuerdo, encargan un par de kilos de cemento, tapan agujeros y hasta alicatan o pintan, cuando no parchean, según la proximidad de las citas electorales. Tras las últimas elecciones municipales, la gotera quedó en muy mal estado, demasiada lluvia y muy poco cemento. Pasados los meses, no es que comenzara a solucionarse el problema, no, ni se asomaron al tejado para comprobar los daños: dejó de llover, simplemente. Rosa Aguilar, aliándose con la lluvia real que tan abundantemente ha caído esta semana, ha querido ser lluvia en esta ocasión, pero no una ligera lluvia, no, toda una tromba, que ha dejado al descubierto las entrañas de un edificio, de una organización, que se cae literalmente a pedazos. Tras años de parches y de sacos de cemento comprados a precio de saldo, la gotera del techo de Izquierda Unida ha ganado definitivamente la batalla. Tal vez haya llegado el momento de derribar el edificio, retirada la cédula de habitabilidad, y de construir uno nuevo o de buscar un cuartito en la casa de un amigo, antes de que la lluvia acabe definitivamente con todo. Qué sabiduría la del operario: "Hay que esperar a que deje de llover, con todo esto mojado no se puede hacer nada".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios