Gordo literario

El premio es para Mendoza y para los miles de lectores que se han mantenido fieles a su obra con el pasar de los años

Pocas veces ha estado el Premio Cervantes de Literatura más repartido que este año. Y es que rara será la familia lectora española que no cuente con alguna participación del Gordo en su biblioteca. Porque el barcelonés Eduardo Mendoza, aparte de ser un magnífico prosista y un novelista de primer nivel, ha sido un escritor de éxito, virtud que en ciertos ambientes se desmerece pero que en realidad casi todo el mundo ambiciona. El premio reconoce por tanto a uno de los grandes autores que emergieron ya en el entorno de la democracia y cuya obra cuenta con esa libertad propia de los años postcentura y con ese aire moderno que no se respiraba en la prosa del franquismo, marcada por un tono en general más grave. La literatura de Mendoza, tanto la que tiene una mayor ambición como la más ligera y humorística, se muestra en cualquier caso bastante cervantina, porque también Cervantes, a través del tono menor, consiguió abordar los grandes asuntos de la existencia humana, y los grandes sinsabores, mientras nos sacaba una irónica sonrisa. El premio no es por ello sólo de Eduardo, sino que lo es para la gran tradición de la novela española, que gente como él o Muñoz Molina renuevan en los años 80, y también para todos los lectores que se han mantenido fieles a su obra incluso en estos últimos años en el que los autores españoles dejaban paso en las listas de ventas a los grandes best sellers o a la modas nórdicas. Mendoza, entre todo eso, ha resistido y ahora ya es un clásico, con La verdad sobre el caso Savolta o La ciudad de los prodigios convertidas en lectura obligatoria para los estudiantes de Secundaria, generaciones mucho más afortunadas que las que hubimos de enfrentarnos en esos años a tedios tan inolvidables como la azoriniana voluntad. Doy la enhorabuena desde aquí por tanto no sólo a Mendoza sino a todos los que el mueble librero de casa tenían alguna participación de este premiazo. Y a los que no la tenían tan sólo decirles que también es suya la fortuna porque tienen vía libre y para descubrir un maravilloso mundo literario en el que aprender y en el que reír. En la lectura o en la relectura, Pomponio, Onofre, Gurb, Nemesio Cabra u Horacio Dos nos esperan tan modernos como siempre, tan mendocianos y ahora ya también tan oficialmente cervantinos.

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