Mi muy querido Javier Moreno Ibarra, uno de los principales exponentes del pensamiento crítico (y la praxis heterodoxa) progresista de este país (El ajuste mutuo entre ciudadanía y partidos políticos. Descripción de una experiencia de acción política municipal) me sugirió la pasada semana completar mi valoración sobre el patio patrio, acercándome ahora a la oposición. Vale. La clave democrática parlamentaria estriba en que el reparto representativo de nuestros votos determina la existencia de un gobierno, que debe hacer lo propio, o sea, gobernar y en frente normalmente, a veces convendría que al lado, una oposición que 1) controla la acción de gobierno, y 2) formula, plantea, ofrece una alternativa de gobierno. El gobierno suele ser uno, por tanto su acción y su mensaje deberían ser unívocos. La oposición en un sistema parlamentario está fragmentada, por ello es admisible que existan más matices en la proposición alternativa, más completa cuanto más probable sea asumir el rol ejecutivo o su liderazgo. Bien, este esquema existe cuando hay política grande. La política politiquera de hoy en día ha sustituido este encaje por una infinita sucesión de gestos en el gobierno, que no ejecuta, solo detenta e interpreta, y (lo que es deprimentemente descorazonador) otra sucesión de gestos y zancadillas -más bien barriobajeras de regate corto- en la oposición. O sea, gobierno que no gobierna más oposición que no opone, desgobierno.

Moreno Ibarra es un optimista bien informado. Cree y, cuando no lo hace, afirma creer, en nuestras (escasas) posibilidades de salvar lo nuestro. En el plano teórico ha construido decenas de modelos útiles para reactivar la participación del pueblo en el marco político. Todas pasan por una máxima: recordar al pueblo que es dueño de su destino, a pesar incluso de sí mismo, por medio de acciones prácticas concretas. El problema es que con la máquina de imprimir papeletas de votación pronta a funcionar quizás no hay tiempo para una transformación rotunda que genere efectos inmediatos en ese campo. Y necesitamos respuestas cercanas. En los modelos ideales de Javi unos gobiernos son sustituidos por otros gobiernos, que antes fueron oposición y desde ahí construyeron los méritos de su oportunidad. En nuestro anti-modelo sospecho que si hay cambio de gobierno, en cualquier nivel, continuaremos con el mecanismo clásico: perderá el gobierno, si ocurre; no ganará la oposición, si vence. Será entonces un voto reactivo, no proactivo. Pero puede darse, quién sabe. Hay poco margen pero si alguien con ganas detecta los tres problemas de un tipo medio, tres, se centra en ellos y ofrece una solución plausible, que no sea especialmente cara, puede dar una sorpresa. Es una versión light del relato solución-país. Con tuertos nos conformamos. Así está el patio.

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