Girar la cabeza

Cuando al otro lado de la barra política está el contrario sí, pero cuando está el propio no, entonces docilidad

Al político cordobés le ha costado desde siempre girar la cabeza hacia Madrid o Sevilla, y entiéndase lo de girar la cabeza como mirar hacia la Junta o hacia el Gobierno central con actitud exigente, dejando a un lado las ambiciones personales y dando prioridad al sentido de ciudad o de provincia. Cuando al otro lado de la barra política está el contrario sí, claro, pero cuando está el propio no, porque entonces lo que cunde es la actitud dócil y pastueña de quien no está dispuesto a tocar las narices a nadie porque eso puede significar que la carrera propia se estanque. Incluso una alcaldesa tuvimos que, siendo ajena al partido que gobernaba en Sevilla, no les decía ni mu, sólo sonrisas, palmaditas y parabienes. Luego, como es lógico dentro de esa dinámica, esa persona acabó en el partido que otrora era su rival y con cargo en la Junta, cargo y salarión del que aún hoy disfruta. Cosas de la política, cosas de la especulación. Y por eso, porque desde ahí venimos, se agradece que la actual alcaldesa, Isabel Ambrosio, abandonase ayer su habitual postura perfilada, inhibida y líquida para reclamarle a la Junta que acabe una vez un proyecto la reforma del Palacio de Congresos de la calle Torrijos. Su demanda tenía su contradicción y su afán, pues ella misma era delegada del Gobierno de la administración autonómica cuando por motivos cutres se inició esta obra eterna, pero aún así se agradece que no se pusiese de canto y dijese lo que cualquier cordobés piensa: que la Consejería tiene que ponerse las pilas de una puñetera vez. De igual modo, también cabe pedirle al PP municipal que espabile y tome ejemplo, pues su dulzura con el Gobierno de Madrid es astas alturas dulzura de madre. Así, ni se atreven a meterle prisa alguna por la N-432 ni se atreven a exigir nada por la Comisaría. Autonomía pues la justa, y deberían fijarse quizá en su compañero malagueño Francisco de la Torre para observar que con otra actitud más exigente y menos gregaria se llega más lejos y se beneficia más a una ciudad. Aunque, claro, para eso quizá haya que tener la talla de De la Torre y sus mismas y escasas ambiciones extramunicipales. Porque al final esto de girar la cabeza va de eso: de la ambición, que como es evidente sobra, y de la ética y las agallas, que por desgracia tanto faltan.

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