Las dos Giocondas

La Gioconda española es una mujer de carne y hueso, y no una de sueño y niebla, como la famosa

En el Museo del Prado te plantan delante de las dos Giocondas: la reproducción de la famosa del Louvre y la que es propiedad del Museo. Como la cabra tira al monte, lo primero que dije fue: "La española es más guapa". Nada más proferirlo, me entró la duda de si mi patriotismo me estaría subyugando, pero me informaron de que X, tan exacto en sus juicios estéticos, había exclamado lo mismo. Quizá nos lo cuente en el tomo correspondiente de sus diarios.

La historia de los dos cuadros es enigmática, como la sonrisa de la parisina. La española también sonríe, pero con menos rollo. La que ahora tiene el Prado fue la que se quedó en Florencia, se supone que en casa de la retratada. Leonardo, que nunca daba por terminado un cuadro, se llevó el suyo a París, donde siguió retocándolo toda la vida. Con las técnicas de hoy, se sabe que el dibujo subyacente de ambos cuadros es idéntico, de modo que se hicieron a la vez o que, incluso, uno es calco del otro. Podemos conjeturar que Leonardo ofreció a la modelo una copia perfecta, de su taller, quizá de la mano de un discípulo conocido como Ferrando Spagnolo, pittore, precisamente. Ni que decir tiene que el cuadro que más se parece al dibujo subyacente es el del Prado. En el del Louvre, se superponen todos los cambios y retoques.

Lo interesante -al menos para mí, que sólo soy un amateur- es la belleza. La belleza de la chica, pues el lienzo de París tiene más interés artístico. Bien para la historia del arte y la literatura; mal para la vida y la poesía. Entre las veladuras y los sfumati de un inagotable Leonardo, la señora ha perdido mucha alegría. Ha ganado misterio, pero ha perdido milagro. La Gioconda española es una mujer de carne y hueso, y no una de sueño y niebla, como la famosa, que es admirable, sin duda, pero menos amable. Sin faltarle, eh, con una reverencia.

La obsesión no es sana. Cuánta razón tenía JRJ al advertirse y advertirnos: "No le toques ya más,/ que así es la rosa [y la Gioconda]". Al final, Da Vinci consiguió una obra maestra, que reflejaba, más que nada, su alma. En el Prado sigue la señora estupenda que le inspiró. Añadiría, si se me permite sugerir un sfumato de mi cosecha, que en el lienzo se notan las miradas amorosas al cuadro del marido y los hijos de esa dama, y el calor de hogar de la casa familiar. "Lo mejor es enemigo de lo bueno", es un refrán que sabría Fernando Español, pero no Leonardo.

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