LOS partidos deben ser consecuentes y soportar, como cualquier puchero, a sus garbanzos negros. Un partido sin discrepantes ni destemplados es un guiso fraudulento. ¡Hay que tener el coraje de soportar las propias contradicciones! La declaración del presidente fundador del PP, Manuel Fraga, recomendando "colgar de algún sitio" a los nacionalistas es una salida de tono relativa. Tan relativa como el "tonto de los cojones" o el "muera el Borbón". Es verdad que la frase sólo la pronuncia uno pero ¿cuántos compañeros de tan ilustres demagogos piensan lo mismo aunque no lo dicen? ¿Cuántos garbanzos negros y coriáceos sobrenadan en el puchero fingiendo que son blancos y tiernos?

Sin embargo, cuando alguien suelta un disparate los enemigos lo acribillan y sus compañeros se sumen en un silencio paradójico o bien, por decirlo en jerga taurina, agitan sus capotes para distraer la embestida.

En el caso de Fraga, sus partidarios han tratado de convencernos de que colgar no significa colgar sino otra cosa diferente o, los más rudos, han recomendado su jubilación. Pero ninguna de las dos propuestas es una solución. Fraga pertenece a la derecha española como una raíz a su árbol. Y eso quiere decir que forma parte de la savia que nutre las copas. El estilo de Fraga está en la médula de cierto conservadurismo español de pura cepa.

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