Mensaje en la botella

Fuga de cerebros

Los trabajadores cualificados se van porque encuentran mejores ofertas y salarios

Metido de lleno estos días en la Semana Santa cordobesa y un poco harto -lo confieso- de la anodina campaña electoral para las generales -los candidatos por nuestra circunscripción deberían hacerse mirar las tonterías que están diciendo- llegó a mis manos un artículo en el que se dice que España e Italia encabezan la fuga de cerebros dentro de la Unión Europea y que unos 87.000 trabajadores muy cualificados dejaron el país en la última década. Se trata de un informe titulado EU Mobile workers sobre las migraciones dentro de Europa, en el que se destaca cómo entre los trabajadores más formados, los italianos y los españoles son los que más cogen la maleta en busca de oportunidades fuera de sus países. Así de claro lo resumían los compañeros de La Vanguardia e incluso precisaban que mientras el Norte de Europa capta este talento, el Sur no es capaz de hacer lo mismo y, al contrario, se empobrece a nivel de capital humano y laboral. España destaca también por un dato significativo, porque en la actualidad casi la mitad de los trabajadores cualificados -que tienen más propensión a la movilidad que el resto de la población activa- acaban emigrando al extranjero. Y, por efecto de esta salida, los que emigran tienen más nivel educativo que los que se quedan. ¿Las razones? Salarios, más ofertas de trabajo y calidad de vida institucional son los motivos que animan a marcharse.

Un día más tarde, leí unas declaraciones de la alcaldesa, Isabel Ambrosio, en las que decía que "el talento de nuestros jóvenes es imprescindible para el despegue económico de Córdoba", y por ello les ha pedido "que lideren la lucha por un futuro mejor", para su ciudad y para su país. No sé si Ambrosio es la única que se ha referido -aunque de soslayo- a este asunto en este clima electoral, pero de lo que no me cabe ninguna duda es que no despierta especial interés entre los políticos, más que nada porque no saben cómo solucionar un problema que es mucho más grave que lo que parece.

También he tenido la ocasión de hablar en estas vacaciones con algún que otro joven -y no tan joven- que vive en el extranjero, que forma parte de esos 87.000 trabajadores muy cualificados que se fueron, y todos coinciden en lo mismo.

Primero. No se fían de la estabilidad de nuestro país tras el duro palo de la crisis y el deterioro de los servicios públicos. Segundo. Faltan empresas (o empresarios) con un concepto más acorde a lo que es la realidad productiva europea. Tercero. Los programas de recuperación del talento que ponen en marcha las instituciones públicas -el Gobierno tiene uno en marcha y el Ayuntamiento de Córdoba otro- son un auténtico despropósito, porque ni saben ni entienden la realidad de estos trabajadores. Es lo que hay, guste o no. La solución es difícil, pero lo único claro es que ante la fuga de cerebros habrá que poner eso, algo más de cerebro.

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