DOS encuestas de La Vanguardia y El Mundo de estos días dicen que si se celebraran elecciones ahora, el PSOE ganaría por un 2,7 o un 2,5 por ciento de los votos, con muy pocos escaños más que el PP. Empate técnico le dicen a eso. También se le puede llamar foto fija. Todo queda como estaba para las demás fuerzas políticas, y si el PSOE lograse lo más alto de la horquilla y el PP el punto más bajo, incluso estos dos partidos acabarían casi igual. Mal resultado, si tenemos que pasar por otros cuatro años de tensión, bloqueo del poder judicial, enfrentamiento en materia de terrorismo y política exterior, con una crisis económica amenazando.

Ésta que termina ha sido una de las legislaturas más malajes de la democracia española, con los populares indignados, en la convicción de que les robaron los comicios de 2004. Y los socialistas intentando hacer sus políticas sociales y pasar de puntillas por embrollos como lidiar con la Iglesia católica. Ninguno de los dos ha convencido ni decepcionado lo bastante. El PSOE, por cierto, escapa muy bien en Cataluña, a pesar del desastre del AVE, y mantendría sus 21 escaños. No sale tan airoso en Andalucía, en donde perdería un diputado a manos de los populares en Málaga, Almería y Jaén. Y otro, quizás, en Córdoba. De todas formas, los actuales 38 diputados socialistas en el Congreso son un tesoroý El PP tiene a su electorado muy movilizado desde el 14 de marzo de 2004. Será muy difícil para el partido de Zapatero conseguir una movilización como la de hace cuatro años, salvo que Rouco y compañía hagan el papel que representó Acebes entre el 11 y el 14-M.

Pero lo peor de estos sondeos es la percepción que tienen los ciudadanos de la marcha de la economía. Ayer, La Vanguardia destacaba que por primera vez en cinco años el pesimismo sobre la situación económica se hace mayoritario. El coste de la vida surge como un problema mayor, aunque todavía superado por el terrorismo y la vivienda. Y no figuran ni el Estatuto catalán, que apareció ante la opinión pública como un intento de autonomía privilegiada, ni el fracasado proceso de paz con ETA, los dos grandes borrones de este Gobierno. Los dos tienen que ver directa o indirectamente con la estructura territorial del Estado.

Aun así, la mitad de los encuestados por ese diario en toda España aprueba la gestión del Gobierno. Y dos tercios piensan que la oposición del PP ha sido mala para España. Queda claro que ni Zapatero es un activo decisivo para los socialistas, como lo fue Felipe González durante cuatro legislaturas; ni Rajoy es un líder capaz por sí solo de desalojar a un gobernante. En campaña podrán examinarse en los debates. El resultado tan incierto es de los que crean afición. Sólo falta que después, gane quien gane, el otro sea un buen perdedor y mire por el futuro del país más que llorar por sus heridas.

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