Floridablanca y Goya

Su muerte fue anunciada por cuarenta y cinco campanadas y la cañonería del parque de la Enramadilla

Entro en el Prado buscando el retrato que Goya hizo de Floridablanca, pero me encuentro con que lo han cedido a una exposición del Banco de España, de modo que debo conformarme con el que pintó Martínez del Barranco en 1786, acompañado de Vulcano y Mercurio, y que dista mucho de la sutil obra goyesca, anterior en tres años. Ahí, don José Moñino y Redondo aparece en el ápice de su gloria, vestido con una casaca de un verde grisáceo, funcionarial y palaciego, y llevando en la mano la memoria para la creación del Banco de San Carlos. El conde de Floridablanca se halla, entonces, en los antípodas del hombre viejo y enfermo que llegará a Sevilla el 16 de diciembre de 1808, al mando de la Junta Suprema Central, y que muere en el Alcázar dos semanas después, en la mañana del día 30.

En otra ocasión hablaremos de los verdes de Goya (la carnalidad profunda, serena y melancólica de La maja desnuda emana del verde azulado sobre el que reposa). Ahora querríamos recordar a este hombre acuciado por el infortunio, que llega a la capital del sur huyendo de un Madrid ocupado por los franceses, quienes han convertido una de sus creaciones políticas más ambiciosas (el Gabinete de Ciencias Naturales, luego Museo del Prado) en unas caballerizas. Por los anales de José Velázquez sabemos que el día 16 la guarnición formó desde el puente de barcas hasta el Alcázar, y que la comitiva paró a comer en el monasterio de San Isidoro del Campo. En Triana será recibido triunfalmente, y próximo al Alcázar, un grupo de exaltados patriotas retirará los caballos del carruaje, para llevar ellos mismos al poder máximo de España, vencido por la fatiga.

"Una fiebre extrema rindió a su influjo al Presidente de la Central", escribe José Velázquez, "y siendo ineficaces los remedios para cortar su curso progresivo, murió en las primeras horas de la mañana del día 30". Su muerte fue anunciada por cuarenta y cinco campanadas y la cañonería del parque de la Enramadilla. Luego, el cadáver quedó expuesto en el salón de Embajadores del Alcázar, el mismo en el que fue muerto don Fadrique por orden de su hermano, Pedro I el Justiciero. De allí partirá hacia la Capilla real, donde reposan sus restos junto a Fernando III y Alfonso X el Sabio. Un año después, aproximadamente, la Junta Central marcharía a Cádiz. Aún tardará dos décadas en morir Goya, también lejos de casa, y también huyendo de otra francesada: aquellos Cien mil hijos de San Luis, enviados por Chateaubriand, en apoyo del absolutismo fernandino.

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