¿Feliz año nuevo?

Sigamos pidiendo lo mejor para el año nuevo, aunque los deseos son eso, deseos, que a veces se cumplen

En este mi primer contacto con los lectores del año que acaba de empezar, no me atrevo a felicitarles y desearles lo mejor de una forma rutinaria. Ni soy ni quiero ser analista político, ni siquiera del momento actual; para ello hay plumas destacadas en esta casa a las que leo y de las que aprendo. Pero desear que el año nuevo sea feliz y próspero parece un ejercicio de optimismo que raya en la frivolidad.

El año se inicia con una más que segura subida de impuestos, ¡cómo si ya no fueran bastantes los que hay!, un enfrentamiento entre distintas facciones, iba a escribir ideológicas, pero nada más lejos de la realidad; aquí no hay ideología ni pensamiento, sino intereses sectarios y un conflicto territorial que parecía superado, pero que se demuestra que no. La reivindicación de los antiguos reinos medievales avala el dicho de que las revoluciones no se han hecho nunca por cuestiones de pensamiento e ideología, sino por intereses materiales y hambre.

Desear que el año que se inicia sea próspero parece una temeridad. Una nueva crisis nos amenaza como si fuera la historia de una debacle anunciada; las pensiones subirán, probablemente un par de euros al mes para cumplir los pactos; la sanidad pública camina hacia el caos en una dinámica de difícil solución; se anuncia la liberalización de los peajes de algunas autopistas, lo que supondrá el olvido de otras alternativas previstas y acabaremos todos pagando más, no ya los usuarios, sino el resto de ciudadanos, aunque no viajen ni tengan coche.

De la integridad territorial de la todavía llamada España, da miedo hablar. Las comunidades clásicamente conflictivas han permanecido, y algunas permanecen, calladas mientras las prebendas y ventajas económicas les sigan beneficiado. Son un león dormido que está sesteando por la cantidad de comida en forma de privilegios que reciben, pero rugen al más mínimo intento de reducirles ciertas prerrogativas. Otras, nuestra Andalucía entre ellas, callan y aguantan, como ha sido la tónica de los últimos decenios, en tanto el fútbol y la pandereta hacen el resto.

A pesar de todo, sigamos pidiendo lo mejor para el año nuevo, aunque los deseos son eso, deseos, que a veces se cumplen, pero que en el caso andaluz se suelen quedar en ello: en infinidad de proyectos que solo se creerán los ilusos, porque la experiencia demuestra que nunca se llevarán a cabo. Et in Arcadia ego.

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